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Comentario de la liturgia

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domingo 21 de febrero

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por Elvira Fesser

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Evangelio: San Marcos 1, 12 – 15

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En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: <<Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio>>.

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“Inmediatamente el Espíritu lo llevó al desierto, donde pasó cuarenta días, sometido a pruebas por Satanás. Vivía con las fieras y los ángeles le servían.

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se dirigió a Galilea a proclamar la Buena Noticia de Dios. Decía:

–Se ha cumplido el plazo y está cerca el Reino de Dios. Arrepentíos y creed en la Buena Noticia.”

Cuentan que cuando un niño de la tribu Cherokee empieza su adolescencia, su padre lo lleva al bosque, le venda los ojos y se va, dejándolo solo. El chico tiene la obligación de sentarse en un tronco toda la noche y no puede quitarse la venda hasta que los rayos del sol brillan de nuevo en la mañana. El muchacho no puede pedir auxilio a nadie. Una vez que sobrevive esa noche, ya se le puede considerar un hombre en la tribu. Una vez pasa la prueba, no puede hablar con los demás acerca de esta experiencia que se considera secreta y privada, individual para cada uno, porque cada chico debe experimentarla por sí mismo. ¿Qué ocurre durante esa noche? Nos podemos poner en la piel de ese chico. Está terriblemente aterrorizado. Escucha el viento soplar y la hierba crujir, pero debe permanecer sentado pacientemente en el tronco, sin quitarse la venda. Oye toda clase de ruidos… bestias salvajes que rondan a su alrededor, lobos que aúllan, quizás alguna voz humana que pueda estar tramando hacerle daño… Después de esa horrible noche, aparece el sol y puede quitarse la venda… Cuando sus ojos ven de nuevo la luz, lo primero que descubre es a su padre sentado junto a él. Entonces es cuando su padre le cuenta que no se ha ido, que ha velado por él toda la noche en silencio, sentado en un tronco a su lado para protegerlo de cualquier posible peligro sin que él se diera cuenta…

Jesús no estuvo nunca solo, el Espíritu estaba con Él en todo momento, lo estuvo durante toda su vida pública, mientras transmitía la Buena Noticia y estuvo en Él en todas las pruebas a las que fue sometido.

Marcos con estas palabras, cargadas de simbolismo, nos revela la fortaleza de Jesús durante el tiempo que estuvo entre nosotros, rodeado de “fieras”, aquellos que representan el mal, y servido por “ángeles” todos los que le seguían y aquellos débiles a los que Él amparaba.

Esos cuarenta días, que significan cambio y purificación para vivir el Reino de Dios, nos hablan de Cuaresma, de preparar el camino, de asumir nuestras faltas y “proclamar la Buena Noticia de Dios”.

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