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Comentario de la liturgia

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domingo 20 de noviembre

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por Josep Maria Llull

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Soy Josep Maria Llull, hermano de una pequeña comunidad de vida fraterna en la Barceloneta, barrio marítimo de Barcelona. Casado, padre de tres hijos y abuelo de un nieto. La oración comunitaria diaria me ha “aprendido” a estar siempre atento a saberme en manos de Dios, querido por Dios. Profesor de Bachillerato del Sagrado Corazón de Diputación, el acompañamiento al crecimiento de los alumnos durante dos años importantes de su vida siempre me ha hecho llorar de gozo o sufrimiento, de lo que estoy muy agradecido. 

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Evangelio: San Lucas 23, 35-43

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El pueblo estaba mirando y los jefes se burlaban de él diciendo: 
   —Ha salvado a otros, que se salve a sí mismo, si es el Mesías, el predilecto de Dios. 
  También los soldados se burlaban de él. 
   Se acercaban a ofrecerle vinagre y le decían: 
   —Si eres el rey de los judíos, sálvate. 
  Encima de él había una inscripción que decía: Éste es el rey de los judíos. 
  Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: 
   —¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti y a nosotros. 
  Pero el otro lo reprendió diciendo: 
   —¿No tienes temor de Dios, tú, que sufres la misma pena? Lo nuestro es justo, recibimos la paga de nuestros delitos; éste, en cambio, no ha cometido ningún crimen. 
  Y añadió: 
   —Jesús, cuando llegues a tu reino acuérdate de mí. 
  Jesús le contestó: 
   —Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.

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Llegamos al final del año litúrgico, antes del Adviento en que recomenzaremos de nuevo nuestro caminar anual releyendo, meditando aprendiendo del siempre nuevo evangelio. Siempre nuevo porque la palabra siempre resuena nueva en nuestra vida siempre nueva de cada día. 

Cristo Rey, señor de todo el universo, expuesto ante nosotros en la cruz, sufriendo, padeciendo, condenado… 

Siempre recuerdo mi primer encuentro consciente con el Señor de la Cruz, en la pequeña Iglesia románica de Taizé. Cuánto dolor en el mundo, cuánta sin razón…que me salva…Cuántos inocentes cada día sufrientes del poder inhumano, antidios, antifraterno, que nos salvan… 

El Amor de Dios por cada uno de nosotros, por mí, que se hace presente y real en mi vida, en la vida de tantos sufrientes inocentes…y yo ante esas infinitas “cruces” de cada día, solo puedo rezar, llorar, cambiar mi vida en línea con esas cruces que nos acompañan siempre, lejos o cerca, alrededor o dentro de nosotros mismos.  

El gran milagro de Dios, es que nos ama y nos sostiene siempre, aunque a veces no seamos conscientes y nos creamos valedores de nosotros mismos. Ver ese amor de Dios en los sufrientes, en tu propio sufrimiento hace que mi esperanza se mantenga y crezca. 

Cristo Rey seguramente hace referencia a una cultura y una época de lo grande, de lo poderoso, cuando el reinado del Señor ya está entre nosotros entre los más pequeños, en el día a día con sus alegrías y sus pesares. 

El Señor nos enseñó con su vida a reír y a llorar, a caminar y a rezar, a celebrar y a compartir, a saberse en manos del Padre y a confiar en esa presencia del Amor del Padre siempre constante en nuestras vides, ese es su Reinado. 

Señor acuérdate de nosotros. 

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