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Comentario de la liturgia

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domingo 20 de agosto

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por Pepitina García Romero

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Me llamo Pepita García Romero. Nací en Puerto Rico, pero mis raíces son asturianas. Estudié Derecho y en Gijón conocí a mi futuro marido. Hemos formado una gran familia: seis hijos y once nietos y más de 50 años de matrimonio. Dios no se cansa nunca de sostenernos. “¡El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres!”.  

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Evangelio: San Mateo 15, 21-28

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En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón.
Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.» Él no le respondió nada.
Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando.»
Él les contestó: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.»
Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: «Señor, socórreme.»
Él le contestó: «No está bien echar a los perros el pan de los hijos.»
Pero ella repuso: «Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.»
Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.»
En aquel momento quedó curada su hija.

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El evangelio de Lucas, casi desde el principio, va salpicado de parábolas. Una parábola es un relato o historia clara y sencilla que tiene por finalidad transmitirnos una enseñanza del modo más comprensible y fácil de recordar. Para ello Jesús utiliza ejemplos tomados de la vida ordinaria de la gente de la época. Pero válidos para nosotros hoy.  

Jesús es muy claro. El evangelio este domingo nos invita a revisar nuestra oración: Lc 18,1 Les decía una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer.”  Nos presenta dos personajes: un juez inmoral e injusto y una pobre viuda que clama insistentemente que le haga justicia. Su insistencia hace que el juez la atienda, no por compasión alguna sino por temor; le molesta tanta insistencia. Por lo que se decide a hacerle justicia, no sea que “finalmente venga y me dé más quebraderos de cabeza.” Se la quita del medio…sería la visión mundana, pero no para los creyentes que acogemos hoy la Palabra de Dios en el corazón para vivirla. Y es que el grito angustioso y constante de justicia de la mujer es escuchado por Dios. 

Su Palabra que es “viva y eficaz” nos lo demuestra: “Pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y os abrirán. Porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra, y al que llama le abren. ¿Acaso si alguno de vosotros su hijo le pide pan le da una piedra?; o si le pide un pez, ¿le da una serpiente? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!”  

En el evangelio de Lucas, Jesús ha comenzado a hablarles a sus discípulos de la “llegada del Reino” y les anuncia por tercera vez su muerte y resurrección ya cercanas. Por eso les pide a sus seguidores, que oren y lo hagan de forma constante y perseverante. Sabe que los discípulos deberán sufrir mucho, para esto les es necesaria la oración – que fortalecerá su fe. Les recomienda estar atentos, “vigilantes” y “orar” (Lc 21,36). Esta constante vigilancia por la oración es lo que nos enseña esta parábola, cuyo tema se enuncia abiertamente al comienzo de ella: “Es preciso orar en todo tiempo y no desfallecer.” No se trata de una oración matemáticamente continua, pero sí muy asidua. 

Recordemos: una de las actitudes que debe tener el orante, es la constancia. Importa ponerse en oración todos los días, aunque sea simplemente unos minutos, aunque sean dos minutos. Con la constancia lograremos habituar nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu a un orden, y lo someteremos a nuestra voluntad para no ser esclavo de nuestros impulsos de pereza, de desidia… de los pecados capitales. Posteriormente someteremos nuestro entero ser a Dios. Necesitamos la oración perseverante para fortalecer y crecer en la fe; así podremos estar preparados cuando el Señor nos salga al encuentro: Lc 18,8 Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?» 

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