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Comentario de la liturgia

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domingo 2 de julio

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por Javi Usoz

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Evangelio: San Mateo 10, 37-42

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“El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará. 

El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá paga de justo.

El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños solo porque es mi discípulo, os aseguro que no quedará sin recompensa.

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AMOR DE TODO AMOR

Las primeras cuatro líneas de este texto muestran una exigencia radical de Jesús a sus discípulos.  Cristo es el centro y el valor absoluto de la vida de un cristiano. Ni el amor a la propia familia puede pasar por delante del amor a Jesucristo. ¿Por qué esta radicalidad?  Lo que Dios nos pide es que nos abandonemos a Cristo en la confianza de la fe y que acojamos su amor. Nuestro amor-respuesta a quien nos ama primero, en principio  no entra en competición con el amor humano a nuestros hermanos, pareja, hijos, amigos,….  Pero nos pide un amor preferencial a él, a sus preferidos, al Reino.   ¿Dejaremos que él deposite en lo más profundo de nuestro ser el frescor de una fuente que mana sin cesar? Este es el secreto de la aventura de la fe: Cristo, Amor de todo amor, es fuente que humaniza a quien da su vida, y nos hace ser acogedores de todos. Nos impulsa a dar de beber, a liberar, a visitar, a desatar nudos enconados. 

Cristo Jesús, Luz interior, concédeme acoger tu presencia, que yo conozca la alegría.   Te amo, tal vez no como querría, pero te amo…  Amor de todo amor, tú lo sabes: por ti y por tu Evangelio llegaría a dar mi vida. Frère Roger (de Taizé)

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Escribo estas líneas con el dolor del naufragio en las costas griegas de la barcaza que llevaba casi 700 personas. Solo hay un centenar escaso de supervivientes. Ninguna mujer y ningún niño. Ya no sirve aquello de “las mujeres y los niños primero”.          

Urge poner en nuestro corazón  lo primero: Dios, Evangelio, Reino. Viudas y huérfanos.  Los primeros.  

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