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Comentario de la liturgia

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domingo 18 de septiembre

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por Marta Bonet Padilla

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Evangelio: San Lucas 16, 1-13

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A los discípulos les decía: 
  —Un hombre rico tenía un administrador. Le llegaron quejas de que estaba derrochando sus bienes. Lo llamó y le dijo: 
   —¿Qué es eso que me cuentan de ti? Dame cuentas de tu administración, pues no podrás seguir en el puesto. 
  El administrador pensó: ¿Qué voy a hacer ahora que el amo me quita mi puesto? Para cavar no tengo fuerzas, pedir limosna me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me despidan, alguno me reciba en su casa. 
  Fue llamando uno por uno a los deudores de su amo y dijo al primero: 
   —¿Cuánto debes a mi amo? 
  Contestó: 
   —Cien barriles de aceite. 
   Le dijo: 
   —Toma el recibo, siéntate enseguida y escribe cincuenta. 
  Al segundo le dijo: 
   —Y tú, ¿cuánto debes? 
   Contestó: 
   —Cien fanegas de trigo. 
   Le dice: 
   —Toma tu recibo y escribe ochenta. 
  El amo alabó al administrador deshonesto por la astucia con que había actuado. 
   Pues los ciudadanos de este mundo son más astutos con sus colegas que los ciudadanos de la luz. 
 
  Y yo os digo que con el dinero sucio os ganéis amigos, de modo que, cuando se acabe, os reciban en la morada eterna. 
  El que es de fiar en lo poco, es de fiar en lo mucho; el que es deshonesto en lo poco, es deshonesto en lo mucho. Pues si con el dinero sucio no habéis sido de fiar, ¿quién os confiará el legítimo? 
  Si en lo ajeno no habéis sido de fiar, ¿quién os encomendará lo vuestro? 
 
  Un empleado no puede estar al servicio de dos señores: pues odiará a uno y amará al otro o apreciará a uno y despreciará al otro. No podéis estar al servicio de Dios y del dinero. 

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El evangelio de hoy nos deja un mensaje claro: No podemos servir a dos amos, a Dios y al dinero, pues aborreceremos a uno y amaremos al otro”. 

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Este evangelio de Lucas es algo complejo en su contenido por la variedad de interpretaciones, pero también es muy claro, pues, si reflexionamos con sinceridad, el  centro de nuestra vida es el dinero, y su ambición por él nos aleja de Dios. Todo lo hacemos en torno al dinero, y, al igual que el administrador del evangelio, nos apoderamos también de lo que no nos pertenece y así van las cosas en este mundo. 

DOS MENSAJES QUIERO DESTACAR: 

– En primer lugar, Jesús se ha estado dirigiendo a los escribas y fariseos, pero ahora se dirige a los discípulos, a nosotros los creyentes que somos sus discípulos.  Nos exhorta de manera clara a no dejarnos seducir por el dinero. Esto es tan esencial para seguir a Jesús que hay varias referencias en el evangelio 

– En segundo lugar, Jesús quiere mostrar con la parábola el malgasto del dinero por parte del administrador: después de la reducción de la deuda, seguramente este ha dejado a los deudores con la impresión de que él es la persona responsable de los descuentos. Al hacer esto, los deudores del rico también quedan endeudados con él. Bajo la ética de reciprocidad, los deudores están obligados a responder. El administrador consigue hacer nuevos amigos con la intención de que le ayuden en el futuro. Esto es real, trasladable a la actualidad, es la vida misma, nuestro día a día… es lo que llamamos “intereses creados”, malversación de fondos, derrochar el dinero ajeno y el público… 

¿A QUÉ NOS COMPROMETE ESTE MENSAJE EN NUESTRA REALIDAD DE CADA DÍA? 

El dinero tiene su lugar, es importante, hace falta para vivir, es bueno, pero siempre en su justa medida. Con el dinero podemos conseguir muchas cosas, no solo buenas para nosotros, sino ganancias y ayudas para los demás.  Pero también el dinero y la ambición por él puede llevarnos a la ruina y a la ruina de los otros.   

Con frecuencia nos comportamos como el administrador, buscamos nuestro bien, cerramos los ojos antes las injusticias que cada día, las presenciamos, convivimos con ellas y no caemos en la cuenta de que con este comportamiento nos estamos alejando de Dios. Si miramos con el corazón lo que pasa en el mundo, constatamos que hay menos personas ricas, pero sus fortunas han crecido  considerablemente y, a la par, los pobres han aumentado de forma alarmante. Solo hay que observar nuestro alrededor, las necesidades aumentan en España y en el mundo.  

Dios ha dado los recursos suficientes para toda la humanidad, y nos pide generosidad y honradez para administrarlos. Hay para todos, pero mientras una parte de la humanidad derrocha y vive en el lujo, otra gran parte sufre de hambre y necesidad. Sobran las cifras que las tenemos al alcance de todos… 

¿Y qué hacemos los cristianos? Los creyentes que tenemos recursos de sobra, no podemos cerrar los ojos, no podemos poner nuestra mirada en el poder, ni en el dinero, no podemos callar ante tanta injusticia, sino que debemos denunciar, trabajar, compartir y así hacer visible el amor de Dios en la humanidad. Cada uno de nosotros desde su lugar tiene mucho que aportar y contribuir: en los proyectos de los colegios, en las ONG, en las Cáritas de las parroquias, en asociaciones que ayudan… Se puede ayudar de muchas maneras… cada uno aportando su granito de arena. 

El evangelio de hoy nos toca el corazón con este mensaje: para seguir a Jesús tenemos que vivir sin apegos. Hoy se nos pide que no idolatremos al dinero porque nos alejamos definitivamente del amor del Padre. Yo personalmente y como educadora, no dejo de trasmitir a los alumnos (de bachillerato) la importancia de ser sensibles al sufrimiento, de no acomodarse, no acostumbrarse a ayudar al principio por el impacto de la novedad (como ha pasado con la tragedia de Ucrania) y luego a que se haga rutinario en los telediarios y en las Oraciones del colegio… Les explico que Dios sufre con las necesidades y el dolor de la humanidad.  Que todos tienen siempre algo que aportar, de lo suyo… Que sean generosos en el futuro cuando salgan del colegio, colaborando con cualquier proyecto solidario.  Cuando somos generosos y nos desprendemos por solidaridad y empatía se hace presente el Amor de Dios nuestro Padre a través de nuestros hechos. 

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