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Comentario de la liturgia

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domingo 17 de enero

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por Manu Andueza

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Evangelio: San Juan 1, 35-42

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Al día siguiente estaba Juan con dos de sus discípulos. Viendo pasar a Jesús, dijo:
—Ahí está el Cordero de Dios.
Los discípulos, al oírlo hablar así siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que le seguían, les dijo:
—¿Qué buscáis?
Respondieron:
Rabí –que significa maestro–, ¿dónde vives?
Les dijo:
—Venid y ved.
Fueron, pues, vieron dónde residía y se quedaron con él aquel día. Eran las cuatro de la tarde.
Uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús era Andrés, hermano de Simón Pedro. Encuentra primero a su hermano Simón y le dice:
—Hemos encontrado al Mesías –que traducido significa Cristo–.
Y lo condujo a Jesús.
Jesús lo miró y dijo:
—Tú eres Simón, hijo de Juan; te llamarás Cefas–que significa Pedro–.

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El texto nos ofrece el descubrimiento y desvelamiento que hacen los discípulos de la persona de Jesús. Según nos explica Juan, los primeros discípulos de Jesús pertenecían al grupo congregado en torno al Bautista.

El Bautista les señala dónde está aquel a quien hay que seguir. Seguro que a lo largo de nuestra historia de fe hemos encontrado también a personas que nos han ayudado a ver el camino, que nos han indicado ese camino a seguir para encontrarnos con Jesús, el Cristo.

Quienes se pusieron a seguir a Jesús querían ver dónde vivía. Cuando lo vieron, se quedaron con él y se convencieron de que era el Mesías. El sitio donde uno vive y desde el cual vive indica la forma de vida que lleva. El texto no nos indica exactamente qué vieron, qué descubrieron…

Su estilo de vida viene marcado no únicamente por el lugar que está habitado, sino por quienes comparte su vida, con quienes se mezcla, a quienes toca, a quienes sana, con quienes come…

Su lugar nos habla de quién habita su corazón. Se trata del lugar desde el que vive, donde los desterrados del sistema de su tiempo tienen un espacio -un lugar- privilegiado. Son los vicarios de Cristo en nuestro mundo, el lugar donde habita y que nos posibilita el encuentro con él.

Los discípulos son buscadores.  Conviene detenerse un momento y preguntarnos ¿qué buscamos exactamente? ¿Por qué estamos aquí? ¿Qué esperamos de Jesús? ¿Dónde encontramos hoy a Jesús?

Y oímos venid y ved.

Hoy vuelve a invitarnos a ir a él, y ver, encontrarle en los rostros y las vidas por las que habita, en los ojos de tantos apartados por nuestro sistema, de tantos olvidados, de tantos marginados en la historia de nuestra sociedad.

Los discípulos recuerdan la hora. Porque  ese encuentro marca toda una vida.

Se nos invita a reposar sosegadamente a hacer una lectura de nuestra historia de fe, a recordar esos momentos de encuentros, a la experiencia de Dios que nos han ido marcando y que nos ayudan a sostener la fe en momentos de dificultad, que nos animan para decir sí a todo aquello que Jesús nos vaya proponiendo en el camino de la vida.

Tú Señor  nos  llamas y en silencio venimos.

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