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Comentario de la liturgia

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domingo 15 de mayo

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por Patricia del Águila

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Soy Patricia del Águila, tutora y profe de Filosofía, Psicología, Ciudadanía y Aprendizaje social y Emocional en el cole de Granada,  de donde soy antigua alumna. Para mí este trabajo ha sido maravilloso desde el principio, pues me enamora esa cercanía con nuestros jóvenes, ese poder compartir la vida y aprender juntos, y tantos horizontes que se abren. También me considero afortunada por el equipo que formamos. 

Mi comentario gira en torno al Amor, centro de esta preciosa lectura. He vivido el escribirlo como un guiño, pues esta tarea si no está impregnada de gestos de amor, pierde su fuerza. 

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Evangelio: San Juan 13, 31.33a-35

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Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: 
   —Ahora ha sido glorificado este Hombre y Dios ha sido glorificado por él. [Si Dios ha sido glorificado por él,] también Dios lo glorificará por sí, y lo hará pronto. 
  Hijitos, todavía estaré un poco con vosotros. 
  Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado: amaos así unos a otros. En eso conocerán todos que sois mis discípulos, en que os amáis unos a otros. 

[/vc_column_text][vc_single_image image=»9680″ alignment=»center»][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]Esa manera cariñosa de Dios, » hijitos», ya resulta un abrazo, Un gesto, uno de tantos… 

 Los gestos dan fuerza a las palabras, las llenan de vida, las hacen reales, y por eso contagian. Con Jesús aprendemos que con esos gestos es como se reconoce el amor. Fue un claro ejemplo de ello. Cuando se nos invita a amarnos unos a otros como sello de identidad, se nos recuerda que en esta opción no bastan las palabras, el amor debe traducirse en gestos concretos.  

Cuando comentaba con mis hijos el camino de la Pascua, rememorando tantos momentos clave que Dan sentido a los días de Semana Santa, se llenaba la boca de la palabra Amor, y los miles de gestos de Jesús que transmiten ese Amor de Dios; y de su mano, la multitud de gestos con que nosotros hoy podemos ser parte de ese Amor, que es el que da Vida. 

 En mis momentos más oscuros el amor, los gestos, corren el peligro de ensombrecerse. Corro el riesgo de olvidar que es el Amor el que da Vida.  

Pero Dios, como las olas del mar acarician la orilla, siempre vuelve a acercarse: 

 » Como yo os he amado»…  

  » Podemos amar, porque Él nos amó primero». [/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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