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Comentario de la liturgia

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domingo 15 de marzo

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por Ferran Torelló

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Evangelio: San Juan 4, 5-42

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En aquel tiempo, llegó Jesús a una ciudad de Samaría llamada Sicar cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo. Era hacia la hora sexta. Llega una mujer de Samaría a sacar agua y Jesús le dice: <<Dame de beber>>. Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: <<¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?>> (porque los judíos no se tratan con los samaritanos). Jesús le contestó: <<Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice «dame de beber», le pedirías tú, y él te daría agua viva>>. La mujer le dice: <<Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?>>. Jesús le contestó: <<El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna>>. La mujer le dice: <<Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.

<<Veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén>>. Jesús le dice: <<Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que lo adoren así. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad>>. La mujer le dice: <<Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo>>. Jesús le dice: <<Soy yo, el que habla contigo>>.

En aquel pueblo muchos creyeron en él. Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos.  Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: <<Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo>>.

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El evangelio de Juan es distinto a los tres restantes. Por su complejidad, su lectura e interpretación no es fácil. La lectura de hoy es extensa y tiene diversos apartados: Jesús y la samaritana en el pozo; Los auténticos adoradores; ¿No será él, el Mesías?; ¡Mirad los sembrados!

Nos centramos en la primera parte. Visualizamos la escena. Es mediodía, Jesús está sediento y se acerca a un pozo, los discípulos desaparecen del lugar, se van al pueblo, y Él empieza a hablar con una samaritana. El propio evangelista aclara que la relación de los judíos con los samaritanos no es buena, estaban enemistados y no se trataban. Jesús mantiene un diálogo personal con la samaritana, le pide agua, líquido esencial para la vida, que limpia, sana y purifica. Jesús se manifiesta como el proveedor de agua viva, que nos sacia y nos libera, que da sentido a nuestras vidas. La samaritana tiene un encuentro personal con Jesús que la transforma. La mujer abre su corazón a Jesús y se deja llenar por su agua, fuente de Nueva Vida.

Dos detalles llaman la atención: Jesús habla a solas con una mujer, que además es samaritana y vive con un hombre que no es su marido. Algo que era poco habitual en esa época y quizás motivo de escándalo. Jesús no juzga, acoge, va al encuentro y ofrece una nueva forma de vivir en plenitud, una Nueva Vida a todos, sin exclusión de ningún tipo.

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