[vc_row][vc_column][vc_column_text]

Comentario de la liturgia

[/vc_column_text][vc_column_text]

domingo 14 de febrero

[/vc_column_text][vc_column_text]

por Asun Contreras

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_separator][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]

Evangelio: San Marcos 1, 40-45

[/vc_column_text][vc_column_text]Se le acercó un leproso y [arrodillándose] le suplicó:
—Si quieres, puedes sanarme.
Él se compadeció, extendió la mano, lo tocó y le dijo:
—Lo quiero, queda sano.
Al punto se le fue la lepra y quedó sano. Después le amonestó y le despidió encargándole:
—Cuidado con decírselo a nadie. Ve a presentarte al sacerdote y, para que le conste, lleva la ofrenda de tu sanación establecida por Moisés.
Pero al salir, aquel hombre se puso a pregonarlo y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba fuera, en despoblado. Y aun así, de todas partes acudían a él.
[/vc_column_text][vc_single_image image=»8080″][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]

EXTENDIÓ LA MANO Y LO SANÓ

En este texto del Evangelio de San Marcos, el evangelista nos plantea varias ideas donde deja de manifiesto lo esencial y lo importante del mensaje de Jesús. Un texto perfectamente aplicable a estos tiempos que vivimos.

Ante la necesidad, un leproso (sin nombre, abandonado, apartado de la sociedad, padeciendo la enfermedad más temida como cientos de cohabitantes en esos tiempos) se acerca a Jesús a pedir consuelo y curación ante tanta desesperación. Y como respuesta, nos encontramos ante un Jesús cercano, que siente lástima y compasión por el leproso, y da una respuesta contundente. Extiende su mano, toca a la persona y decide sanarla. Tocándole queda él mismo “contaminado” ante la Ley.

Pero antes de despedirse del leproso, recién sanado,  Jesús le hace una advertencia. Le encarga hacer una ofrenda siguiendo la tradición, para así constatar la curación y poder volver a la vida normal. Además le pide que no difunda lo que ha sucedido, no vaya a ser que lo proclamen mesías,-algo que Marcos evita-. Inmediatamente, el hombre lo divulgó e hizo caso omiso a las palabras de Jesús. Esto condujo a que este no pudiera presentarse en público en los pueblos y ciudades, buscando en las afueras el silencio y la paz interior.

¡Cuánta falta tenemos de ese Jesús cercano, atento al dolor del “otro” y que extiende  la mano!

En esta situación de pandemia que estamos sufriendo, en la que el acercamiento a los demás está limitado,  la distancia social está restringida, los abrazos y las muestras de cariño se hacen desde la lejanía, no podemos sino mirarnos a los ojos y saludarnos con el codo, despedimos a nuestros  seres queridos en soledad… ante esto ¿Cómo podemos extender la mano al otro? ¿Cómo lo haría Jesús? ¿Qué necesidades vemos de ese “tocar y sanar”?

¡Qué gran reflexión podemos hacer los cristianos en estos tiempos! Vamos dando pasos, caminamos despacio en el acercamiento al otro, hacemos videollamadas interminables, hacemos uso de las redes sociales, enviamos Whatsapps a los que no podemos abrazar, hacemos un uso interminable del teléfono móvil, incluso enviamos alguna carta a nuestros mayores,… ¡Qué trabajo nos está costando y cuánta necesidad tenemos de “extender la mano y sanar”!

En la segunda parte del texto evangélico, nos podemos preguntar ¿Por qué Jesús hace esta petición de no pregonar? ¿Por qué no podemos transmitir lo bueno que nos pasa?  Jesús, no quiere que nos quedemos solo en lo externo, en lo superfluo, en la curación física, sino que quiere dejar de manifiesto todo el mensaje que conlleva: el estar cerca del necesitado. Esta es su manera de ser mesías. ¿Te apuntas a extender la mano y a sanar?

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

Ir al contenido