[vc_row][vc_column][vc_column_text]

Comentario de la liturgia

[/vc_column_text][vc_column_text]

domingo 13 de septiembre

[/vc_column_text][vc_column_text]

por Elvira Fesser

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_separator][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]

Evangelio: San Mateo 18, 21-35

[/vc_column_text][vc_column_text]

Entonces se acercó Pedro y le preguntó:
—Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarle? ¿Hasta siete veces?
Le contestó Jesús:
—No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

Pues bien, el reino de Dios se parece a un rey que decidió ajustar cuentas con sus criados.

Nada más empezar, le presentaron uno que le adeudaba diez mil monedas de oro. Como no tenía con qué pagar, mandó el rey que vendieran a su mujer, sus hijos y todas sus posesiones para pagar la deuda. El criado se prosternó ante él suplicándole: ¡Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo! Compadecido de aquel criado, el rey lo dejó ir y le perdonó la deuda.

Al salir, aquel criado tropezó con otro criado que le debía cien monedas. Lo agarró del cuello y mientras lo ahogaba le decía: ¡Págame lo que me debes! Cayendo a sus pies, el compañero le suplicaba: ¡Ten paciencia conmigo y te lo pagaré! Pero el otro se negó y lo hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda.
Al ver lo sucedido, los otros criados se sintieron muy mal y fueron a contarle al rey todo lo sucedido.

Entonces el rey lo llamó y le dijo: ¡Criado perverso, toda aquella deuda te la perdoné porque me lo suplicaste! ¿No debías tú que tener compasión de tu compañero como yo la tuve de ti? E indignado, el rey lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.

Así os tratará mi Padre del cielo si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano.

[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]

El Evangelio de hoy habla de la importancia del perdón. Solemos tener dificultades para perdonar, de hecho, se oye decir: “Yo perdono, pero no olvido”. Vemos al otro como una amenaza, existen rencores, discusiones, ofensas, insultos, habladurías, provocaciones… que hacen difícil perdonar. Hay que ser valiente tanto para perdonar como para dejarse perdonar… Recordemos hoy las palabras de Jesús que hablan del perdón.  

Jesús nos invita a perdonar siempre, a ser misericordiosos con quien nos ofende. Lo hace de forma radical. Si queremos unirnos a Él, vivir a su modo y desde su corazón, debemos ser como el señor que perdonó al empleado que le suplicaba: “El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda”.

Solo tenemos esa capacidad de perdonar, ”hasta setenta veces siete”, si nos ponemos bajo su mirada misericordiosa y acogemos su perdón. Si nos dejamos amar por Él y creemos que su Gracia nos precede.

[/vc_column_text][vc_column_text]

El Padre es feliz cuando nos amamos y perdonamos de corazón. Y entonces nos da su Espíritu. Pidamos esta gracia: no encerrarnos con un corazón endurecido, reclamando siempre a los demás, sino dar el primer paso, en la oración, en el encuentro fraterno, en la caridad concreta. Así seremos más semejantes al Padre, que ama sin esperar nada a cambio.

[/vc_column_text][vc_column_text]

(Homilía del Papa Francisco, 21 de junio de 2018)

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

Ir al contenido