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Comentario de la liturgia

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domingo 13 de noviembre

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por Kike Pendás

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Kike Pendás Recondo: Físico y matemático. Estudiante de doctorado y perteneciente a las comunidades Mag+s y Hakuna. Apasionado de Jesús, cuanto más aprendo de Él más me cautiva: su mensaje es realmente un “evangelio”, una buena noticia para todos. 

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Evangelio: San Lucas 21, 5-19

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A unos que ponderaban los hermosos sillares del templo y la belleza de su ornamentación les dijo: 
 
  —Llegará un día en que todo lo que contempláis lo derribarán sin dejar piedra sobre piedra. 
 
  Le preguntaron: 
   —Maestro, ¿cuándo sucederá eso y cuál es la señal de que está para suceder? 
  Respondió: 
   —¡Atención, no os dejéis engañar! Pues muchos se presentarán en mi nombre diciendo: Yo soy; ha llegado la hora. No vayáis tras ellos. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no tengáis pánico. Primero ha de suceder todo eso; pero el fin no llega enseguida. 
  Entonces les dijo: 
   —Se alzará pueblo contra pueblo, reino contra reino; habrá grandes terremotos, en diversas regiones habrá hambres y pestes, y en el cielo señales grandes y terribles. 
 
Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, os llevarán a las sinagogas y las cárceles, os conducirán ante reyes y magistrados a causa de mi nombre, dándoos oportunidad de dar testimonio de mí. 

Haced resolución de no preparar la defensa; yo os daré una elocuencia y una prudencia que ningún adversario podrá resistir ni refutar. 
 
 Hasta vuestros padres y hermanos, parientes y amigos os entregarán y darán muerte a algunos de vosotros; y todos os odiará.

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No es usual ver a Jesús hablar en un tono tan apocalíptico. ¿No se centraba su predicación en un reino de Dios que ya está aquí, actuando en medio de nosotros? El reino de Dios está abriéndose camino, pero su fuerza salvadora no la experimentamos todavía en su totalidad y plenitud. Aún hay demasiadas injusticias, demasiado sufrimiento… Por eso, Jesús invita a entrar en el reino de Dios, pero al mismo tiempo nos enseña a orar diciendo: “Venga a nosotros tu reino”. Jesús habla del reino de Dios como algo que está presente y al mismo tiempo como algo que está por llegar. 

En este contexto se entienden sus palabras hoy. El reino de Dios está ya aquí, pero solo como una semilla que se está sembrando en el mundo; un día se podrá recoger la cosecha final. A pesar de todas las resistencias y fracasos que se puedan producir, Dios hará realidad esa utopía tan vieja como el corazón humano: la desaparición del mal, de la injusticia y de la muerte. ¿Cuándo llegará ese final? Jesús no se preocupa de fechas ni calendarios, pero sí nos da una certeza: Dios acabará triunfando. 

Y ante esta certeza, dos reflexiones. Primero, la liberación del apego de las cosas materiales. Ese coche nuevo, ese vestido radiante, son como los “hermosos sillares del templo y la belleza de su ornamentación”, que “derribarán sin dejar piedra sobre piedra”. Lo material es importante para la vida, pero no suframos por ello: lo verdaderamente crucial es de otro mundo. Y segundo, la advertencia a los discípulos: “os echarán mano, os perseguirán…”. Palabras especialmente relevantes en la época en la que se escribieron los evangelios, cuando se iban formando en el horizonte las negras nubes de las primeras persecuciones contra los cristianos. Nubes que todavía hoy podemos vislumbrar: ante una sociedad que no nos comprende, ser cristiano muchas veces lleva al sufrimiento. 

Por eso, y a pesar del tono apocalíptico, las palabras de Jesús son realmente de ánimo. Precisamente en el libro del Apocalipsis, el autor también consuela a los perseguidos con esta fe sembrada por Jesús: “Dios enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá muerte ni llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo habrá pasado” (21, 4). Él nos acompaña hasta en las situaciones más difíciles, con la certeza de que el bien se acabará imponiendo al mal. Lo mejor está por llegar. 

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