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Comentario de la liturgia

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domingo 12 de febrero

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por Kike Pendás

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Físico y matemático. Estudiante de doctorado y perteneciente a las comunidades Mag+s y Hakuna. Apasionado de Jesús, cuanto más aprendo de Él más me cautiva: su mensaje es realmente un “evangelio”, una buena noticia para todos. 

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Evangelio: San Mateo 5, 17-37

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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas:
no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.
Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio.
Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehenna” del fuego.
Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo.
Habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”.
Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”.
Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.
Se dijo: “El que repudie a su mujer, que le dé acta de repudio”. Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer —no hablo de unión ilegítima— la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
También habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”.
Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno».

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Con Jesús hay un cambio de paradigma, una auténtica revolución. Pensemos que, en la mentalidad judía, lo primero y más importante es el cumplimiento de la ley. Jesús nos presenta algo que va mucho más allá. Es el código de Dios, que supera ampliamente el código humano. Por eso comienza con una afirmación que debió resultar escandalosa: “si vuestra justicia no supera a la de los letrados y fariseos, no entraréis en el reino de Dios”. ¿Quién hay más apto para entrar en el reino que aquellos que cumplen a rajatabla la ley de Dios? 

En la postura de los escribas detecta Jesús un peligro de legalismo, de exaltación de la ley y de la norma por encima de todas las cosas. Y es que el amante de las normas corre el peligro de quedarse en la letra de la ley, sin profundizar en su espíritu. El quinto mandamiento prohíbe matar. La mentalidad legalista, ateniéndose a la letra, se contenta con cumplirlo de forma literal, pero no tiene reparo en acudir al templo con la ofrenda después de haber oprimido al prójimo. Para Jesús, el espíritu del mandamiento va mucho más lejos.  Mucho más importante que la ofrenda, nos dice Jesús, es que te reconcilies con todo aquel al que haces daño. Lo primero es la persona. 

A pesar de todo, todavía hoy seguimos siendo fariseos. Todavía hoy muchas personas ven la religión como un conjunto de mandamientos, de normas y obligaciones que, inevitablemente, se convierten en una carga.  Todavía muchos piensan que el buen cristiano es el que carga con un peso muy duro, y prefieren el yugo pesado a la carga ligera. Para ellos, tristemente, la religión se vuelve una mala noticia. 

Por eso, quien vive preocupado y angustiado por cumplir normas no ha captado todavía el espíritu del evangelio. Jesús no ofrece mandamientos, sino actitudes y valores a través de los cuales tenemos que desarrollar nuestra propia vida. Pero no porque sean una obligación impuesta por Dios. Como cristianos, no seguimos este estilo de vida para agradar a Dios, ni para evitar ningún castigo ni para recibir ninguna recompensa. Lo seguimos porque realmente sentimos que es el Camino, la Verdad y la Vida. Porque nos hace crecer en la hondura de lo humano. Porque nos hace ir más allá de lo pequeño y superficial, buscando relaciones humanas plenas. Amamos al prójimo por el mero gozo de amar, y eso ya es suficiente. Esto sí es una buena noticia: un modo de vida profundamente liberador, que potencia a las personas y las hace ser plenamente humanas. 

Tú también estás invitado a vivir así. ¿Te apuntas? 

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