Educador del colegio Sagrat Cor-Diputació de Barcelona. Actualmente coordinador del ámbito de desarrollo de personas en el equipo de titularidad de la Fundación Educativa Sofía Barat.
Jn 3, 14-21
Como Moisés en el desierto levantó la serpiente, así ha de ser levantado este Hombre, para que quien crea en él tenga vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que quien crea en él no perezca, sino tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él.
El que cree en él no es juzgado; el que no cree ya está juzgado, por no creer en el Hijo único de Dios.
El juicio versa sobre esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz. Y es que sus acciones eran malas. Quien obra mal detesta la luz y no se acerca a la luz, para que no delate sus acciones. En cambio, quien procede lealmente se acerca a la luz para que se manifieste que procede movido por Dios.
Al leer estos versículos del evangelio no puedo dejar de sentir un escalofrío de admiración ante el Amor radical de Dios a toda la humanidad. Miles de millones de hombres y mujeres que han existido, existimos y existirán, han sido, somos y serán amados incondicional y plenamente. Dios no se cansa de comunicarnos una y otra vez, por su Amor, su deseo más íntimo: que la existencia de todo ser humano sea plena, que la vida sea una experiencia de totalidad, de eternidad. Su deseo es nuestra llamada y nuestro horizonte. Tenemos vocación de ser plenamente humanos, reconociendo ese abrazo íntimo y permanente de Dios en cada ser. Jesús, maestro y hermano mayor, encarnación de ese deseo de Dios, luz que nos muestra el camino y va por delante, nos habla de tú a tú, para que cada uno de nosotros, personalmente, tengamos la oportunidad de responder en cada momento a esa llamada. Desde la libertad, sin juicios, gratuitamente, aceptando y comprendiendo nuestra condición humana, contemplando y permaneciendo en esa luz que nos habita y nos impulsa siempre hacia la vida. Una vida que sea reflejo, en ocasiones borroso, en otras, reflejo especular, del Amor de Dios al mundo.
Gracias, Xavi, por esta contemplación