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Comentario de la liturgia

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domingo 10 de diciembre

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por Josep Maria Llull – profesor Sagrat Cor Diputació

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Evangelio: San Marcos 1, 1-8

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Tal como está escrito en la profecía de Isaías: 
Mira, envío por delante a mi mensajero para que te prepare el camino. Una voz clama en el desierto: Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos. 

Así se presentó Juan en el desierto, bautizando y predicando un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados. 

Toda la población de Judea y de Jerusalén acudía a él, y se hacía bautizar por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Juan llevaba un manto hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero en la cintura, y comía saltamontes y miel silvestre. 

  Y predicaba así: 
   —Detrás de mí viene uno con más autoridad que yo, y yo no tengo derecho a agacharme para soltarle la correa de sus sandalias. Yo os bautizo con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.

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Com anhelem una vida nova! 

Com anhelem un nou naixement! 

Com anhelem una orientació! 

Anem darrere de tantes solucions promeses pel món… i el Pare del cel, ens envia a Jesús. 

La vulnerabilitat en persona, amor en persona. Ens envia a Jesús, demanant permís a una noia jove per poder tirar endavant el seu pla sobre ella i sobre la seva Creació. 

Hi ha un pla de Déu per a cadascun de nosaltres, un pla que de vegades seguim entusiasmats i de vegades no, desanimats, confusos, perduts, distrets jo diria la majoria de vegades per un sistema de relacions que ens fa distreure sovint del nostre ésser veritable, de la nostra essència, aquella que tenim des que vam néixer, i ja abans, i que al llarg del nostre procés de desenvolupament com a persones sovint anem arraconant, per aparèixer i ser reconeguts pel món. Protegint el nostre nen interior, però alhora amagant-ho, no manifestant-ho. 

I no ens adonem de que Déu ja ens reconeix des de sempre en la nostra vulnerabilitat. Som les seves criatures, fetes, teixides amb amor. 

Déu confia en nosaltres una i mil vegades, li fem cas o no, ell sempre espera: Ell sempre està d’Advent per nosaltres! I si marrem el camí, no desespera, no ens condemna, sinó que pacientment, amb molta compassió, espera que reprenguem el camí una altra vegada, el camí que té preparat per a nosaltres des de sempre. 

Aquest és el nostre Advent! Advent d’espera i transformació. Esperem sempre en la bondat del Senyor, perquè ell avorreix el pecat però estima per damunt de tot el pecador. 

Rebem, fem espai a les nostres vides, com Maria, al seu Esperit Sant i no tinguem por de tornar al camí que des de sempre tenim imprès al nostre interior. 

CASTELLANO

¡Cómo anhelamos una vida nueva!  

¡Cómo anhelamos un nuevo nacimiento! 

 ¡Cómo anhelamos una orientación!  

Vamos detrás de tantas soluciones prometidas por el mundo… y el Padre del cielo nos envía a Jesús. 

La vulnerabilidad en persona, el amor en persona. Nos envía a Jesús, pidiendo permiso a una chica joven para poder llevar adelante su plan sobre ella, y sobre su Creación. 

Hay un plan de Dios para cada uno de nosotros, un plan que a veces seguimos entusiasmados y a veces no, desanimados, confusos, perdidos, distraídos yo diría la mayoría de las veces por un sistema de relaciones que nos distrae a menudo de nuestro ser verdadero, de nuestra esencia, aquella que tenemos desde que nacimos, y ya antes, y que a lo largo de nuestro proceso de desarrollo como personas a menudo vamos arrinconando, para aparecer y ser reconocidos por el mundo. Protegiendo nuestro niño interior, pero a la vez escondiéndolo, no manifestándolo.  

Y no nos damos cuenta de que Dios ya nos reconoce desde siempre en nuestra vulnerabilidad. Somos sus criaturas, hechas, tejidas con amor. 

Dios confía en nosotros una y mil veces, le hagamos caso o no, él siempre espera: ¡Él siempre está de Adviento por nosotros! Y si equivocamos el camino, no desespera, no nos condena, sino que pacientemente, con mucha compasión, espera que retomemos el camino otra vez, el camino que tiene preparado para nosotros desde siempre.  

¡Este es nuestro Adviento! Adviento de espera y de transformación. Esperemos siempre la bondad del Señor, porque él aborrece el pecado, pero ama por encima de todo al pecador. 

Recibamos, hagamos espacio en nuestras vidas, como María, a su Espíritu Santo y no tengamos miedo de volver al camino que desde siempre tenemos impreso en nuestro interior. 

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