Soy maestro y licenciado en Ciencias Religiosas. Hace más de 30 años que empecé a trabajar en el colegio Santa Magdalena Sofía de Zaragoza, donde he sido profesor de Primaria y ESO y también coordinador de pastoral y director. Actualmente coordino el equipo de titularidad de la Fundación Educativa Sofía Barat. Me gusta decir las cosas con dibujos y escribir pequeñas infusiones para que el Evangelio nos caliente por dentro, nos serene, nos abra el apetito o nos estimule…
Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23
Se reunieron junto a él los fariseos y algunos letrados venidos de Jerusalén.
Vieron que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavárselas –es de saber que los fariseos y los judíos, en general, no comen sin antes lavarse cuidadosamente las manos, observando la tradición de sus mayores; y si vuelven del mercado, no comen si no se lavan totalmente; y observan otras muchas reglas tradicionales, como el lavado de copas, jarras y ollas [y mesas]–.
De modo que los fariseos y los letrados le preguntaron:
—¿Por qué no siguen tus discípulos la tradición de los mayores, sino que comen con manos impuras?
Les respondió:
—Qué bien profetizó Isaías de vuestra hipocresía cuando escribió:
Este pueblo me honra con los labios,
pero su corazón está lejos de mí;
el culto que me dan es inútil,
pues la doctrina que enseñan
son preceptos humanos.
Llamando de nuevo a la gente, les dijo:
—Escuchad todos y atended. No hay nada afuera del hombre que, al entrar en él, pueda contaminarlo. Lo que sale del hombre es lo que lo contamina.
De dentro, del corazón del hombre salen los malos pensamientos, fornicación, robos, asesinatos, adulterios, codicia, malicia, fraude, desenfreno, envidia, blasfemia, arrogancia, desatino. Todas estas maldades salen de dentro y contaminan al hombre.
En el capítulo 7 de Marcos hay un texto paradigmático sobre esta cuestión. (la distinción entre lo sagrado y lo profano). Tras una de sus confrontaciones con los fariseos, Jesús reúne a la multitud y les dice estas palabras: “¡Escuchadme todos y entended! No hay nada que desde fuera del hombre pueda entrar en él y hacerlo profano; no, lo que sale del hombre es lo que hace profano al hombre” (Mc 7, 14-15). Jesús niega claramente el principio de segregación entre lo puro y lo impuro sobre el que se sustentan muchas de las prácticas religiosas.
Estas palabras hacen referencia en primer lugar al alimento (en el judaísmo existían alimentos puros e impuros), pero el principio puede extenderse a cualquier otra realidad exterior. El mundo exterior no es malo, ni enemigo de Dios, ni transmite ningún tipo de impureza. El ser humano, por tanto, puede estar abierto y relacionarse sin miedo con el mundo. Nada, ni su origen étnico, ni su trato con otras personas, ni los objetos pueden hacer profano o impuro al hombre. Jesús al derogar las prescripciones de pureza, derriba las barreras entre judíos y paganos y entre observantes de la Ley y pecadores.
Sin embargo, en la segunda parte del dicho, Jesús afirma que lo que sí puede alejar de Dios es lo que “sale del hombre”; es decir, las cosas no son puras o impuras, sagradas o profanas, sino que lo que aleja al hombre de Dios es su disposición interior, sus propias actitudes.
Inmediatamente después de estas palabras, Jesús se reúne con sus discípulos que le preguntan por el sentido de la “parábola”. Es decir, no han comprendido el dicho de Jesús hasta el punto de considerarlo una “parábola” que necesita interpretación. Y no es porque las palabras de Jesús sean oscuras; Jesús no ha podido ser más claro y contundente, lo que ocurre es que no pueden creer que Jesús haya dicho lo que han oído. Si desaparecen las prescripciones de pureza, desaparecen las fronteras y el pueblo de Israel es uno más entre todos los pueblos.
Jesús vuelve a insistir en lo mismo para tratar de vencer las resistencias de sus discípulos: todo lo creado es bueno y puede servir para el bien del hombre. Lo que sale del corazón del hombre, eso es lo que “hace profano”. El corazón en el mundo bíblico denota la interioridad en cuanto a las actitudes conscientes que provocan el comportamiento. Jesús enumera una serie de comportamientos que tienen en común provocar algún tipo de mal o daño. Dicho de otra manera: lo que aleja de Dios es hacerse daño a sí mismo o a los demás.
Podríamos encontrar en los evangelios muchas más palabras y acciones de Jesús que confirman esta novedosa visión de lo religioso. Quedémonos solo con el extraño suceso narrado por los tres sinópticos, según los cuales “la cortina del templo se rasgó de arriba abajo” cuando murió Jesús. ¿Qué significa esto? En el templo de Jerusalén regían unas estrictas normas de pureza, de manera que cada espacio del recinto sagrado era accesible a las personas reservadas para ello: el patio de los gentiles, el patio de las mujeres y así sucesivamente hasta llegar al “debir” o “santo de los santos”, el espacio más sagrado, el lugar de la presencia de Dios, tan “santo” que solo podía acceder a él el Sumo Sacerdote y una vez al año, durante la fiesta de la Expiación. El “debir” era una sala vacía (a Dios no se le podía representar) y separado por una cortina. La cortina rasgada significa que la muerte y resurrección de Jesús rompen definitivamente la separación entre lo humano y lo divino, lo puro y lo impuro, lo profano y lo sagrado.
La vida cotidiana se convierte en sagrada, aunque a veces, escandalice por su aspecto y percepciones ramplona