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Comentario de la liturgia

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domingo 1 de agosto

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por Eugenia Yasinska

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Evangelio: San Juan 6, 24-35

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En aquel tiempo, al no ver allí a Jesús ni a sus discípulos, la gente subió a las barcas y se dirigió en busca suya a Cafarnaún.
Al llegar a la otra orilla del lago, encontraron a Jesús y le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?»
Jesús les dijo: «Os aseguro que vosotros no me buscáis porque hayáis visto las señales milagrosas, sino porque habéis comido hasta hartaros. No trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da vida eterna. Ésta es la comida que os dará el Hijo del hombre, porque Dios, el Padre, ha puesto su sello en él.»
Le preguntaron: «¿Qué debemos hacer para que nuestras obras sean las obras de Dios?»
Jesús les contestó: «La obra de Dios es que creáis en aquel que él ha enviado.»
«¿Y qué señal puedes darnos –le preguntaron– para que, al verla, te creamos? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: «Dios les dio a comer pan del cielo.»»
Jesús les contestó: «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo. ¡Mi Padre es quien os da el verdadero pan del cielo! Porque el pan que Dios da es aquel que ha bajado del cielo y da vida al mundo.»
Ellos le pidieron: «Señor, danos siempre ese pan.»
Y Jesús les dijo: «Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed.»

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El Evangelio de este domingo empieza con la búsqueda de Jesús: la gente se da cuenta de que no está, ven el barco vacío. Por alguna razón Jesús parece huir sin dejar pistas. Cuando por fin lo encuentran, a la pregunta de cuando había llegado allí, no les contesta, sino, casi ofendido, desenmascara los reales motivos de la obsesión que muestran con Él: “me buscáis para saciar vuestra hambre”. Es una afirmación cortante, revela una relación interesada en obtener favores. Al mismo tiempo, es una Palabra al servicio de la verdad, que casi nos duele. Que tiene poder de convertir. ¿Cuántas veces en nuestra oración le buscamos para que resuelva nuestros problemas sin ponernos en juego? ¿Le buscamos a Él o respuestas a nuestras necesidades atraves de Él?
A pesar de sentirse “manipulado”, no se queda en la herida de la incomprensión, sino sigue enseñándonos como un Padre cariñoso: sabe que el pan es lo primero, es una necesidad primaria sin la cual no podemos vivir, pero nos quiere despertar un hambre diferente, “no de solo pan vive el hombre”, necesitamos algo más. El olor fragante y cálido de algo que tenemos ocultado en nuestras nostalgias. Revela que el pan cotidiano no nos defiende de la muerte, nos sacia del hambre inmediata, y al mismo tiempo nos acostumbra a consumir y buscar más, sin saciarnos en profundidad.
Y hay un pan que nos puede saciar plenamente, con hondura, si lo acogemos y lo creemos, y que garantiza la vida eterna. Sintiéndose descubiertos, intentan impresionar, mostrando que quieren aprender y preguntan qué tendrían que hacer entonces. Otra vez, Jesús les muestra un horizonte nuevo: antes de la práctica cumplidora y antes de la religión, lo que importa es la vida, en la fe de “su enviado”, el enviado del Padre y es esta fe la que alimenta sin fin. ¿Estamos dispuestos a dejarnos nutrir de esta manera?

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