María Dolores López Guzmán, más conocida como Doli, es la responsable de protección y cuidado de la provincia del Sagrado Corazón de España. Casada, madre de tres hijos, y abuela de dos nietos, se dedica a desarrollar la cultura del cuidado, y también a los Ejercicios Espirituales, el acompañamiento espiritual y la escritura (a través de libros o artículos, la caligrafía espiritual o la composición de iconos). Apasionada de la comunicación y la palabra, en su página web se puede encontrar un pequeño trocito de su vida: www.luzycaligrafos.es

Sobre tu última obra «Memorias del perdón» ¿Por qué escribir ahora un libro sobre el perdón?
Cualquier momento es bueno para reflexionar sobre el perdón. Nuestro mundo está necesitado de caminos que conduzcan a la paz. La reconciliación es una urgencia. El Año Jubilar, además, ha propiciado que el interés sea mayor y, ojalá, que más profundo.
Por otro lado, es difícil que una persona cuente su vida sin detenerse en aquellas experiencias que le han causado dolor, sea por las ofensas recibidas, sea por las cometidas. Se trata, por tanto, de una realidad sobre la que todos nos preguntamos alguna vez lo que significa y cómo ponerla en práctica.

El libro recorre numerosos personajes de la Biblia desde Adán y Eva, y relaciona sus caminos de perdón con otras historias contemporáneas, como Maixabel Lasa, viuda de Juan Antonio Jáuregui. ¿Hay algún patrón común entre la mayoría de ellas ?
Yo diría que en todas las figuras que reciben el perdón el componente esencial es la honestidad de corazón para reconocer el mal que se ha hecho; mientras que en los que perdonan destaca la altura de miras, es decir, la generosidad, la aspiración a no dejar que el mal o el pecado se “salgan con la suya”.
¿Cuál de los personajes bíblicos te causa mayor impacto y por qué? ¿Y de los personajes contemporáneos?
De la Biblia me gustó volver a mirar y escuchar a Judas, el traidor; porque aquellas palabras de Jesús en las que decía que “más le valdría no haber nacido”, me resultaban difíciles de digerir, como si fueran una condena. Pero después de encontrarme con tantas figuras que evidencian que el hilo conductor de la
historia de la Salvación es la misericordia, volví a releer la historia del apóstol al que el Señor también llamó “amigo”, desde los ojos de Dios. Eso me obligó a cambiar el tono de la voz de Jesús al pronunciar aquella frase, y su intención. Su lamento fue maternal. Expresión de una pena inmensa por lo que Judas iba a vivir: sentirse acorralado por la soledad absoluta en lugar de abrazado por la misericordia. ¿Qué se experimenta cuando uno cree que no hay amor para él? ¿Merecería la pena vivir así?
Menos mal que el Espíritu siempre encuentra sus caminos…
Y de los contemporáneos me robaron el corazón las lágrimas llenas de emoción del padre de Gandhi ante la confesión de un acto vergonzoso que había cometido su hijo. No me extraña que le marcaran para siempre.
El perdón requiere una dosis de humildad poco compatible con la autosuficiencia (tecnológica, por ej) que nos invade. ¿Qué matices descubres de la culpa y el perdón en nuestro tiempo actual?
El perdón en nuestra cultura está demasiado centrado en el propio sujeto que perdona. El individualismo o el ego descontrolado empapan hasta las realidades más hermosas. Por eso el perdón que se busca tiene que producirnos satisfacción o sensación de paz. Pero la realidad más honda del perdón es que se trata de un amor radical que pone su foco en el otro, y que tiene sentido y ha nacido para el culpable que necesita otra mirada. Perdonar duele, como duele el amor cuando toca hacerlo hasta el extremo.
La conversión primera debería ser la del yo al tú. Desde la primacía del “Tú” todo cambia (incluso el quererse bien a uno mismo).
Respecto a la culpa existe mucha dificultad para vivirla bien porque la tendencia natural es a justificarnos (también como sociedad y cultura) y a desembarazarnos cuento antes de cualquier tipo de responsabilidad.
Como sociedad, ¿qué consecuencias crees que tiene no recorrer los puentes del perdón?
Olvidarnos del perdón nos lleva a callejones sin salida y a hacer crecer la amargura y la frustración, al desencuentro y la división. El rencor y el resentimiento acamparían a sus anchas, sin control. Un desastre. Nos quedaríamos en una situación de emergencia humanitaria.
Muchas Felicidades, y excelente tema, los tiempos son difíciles, y creo que hay una necesidad en la
Humanidad, para vivir, dar y pedir, el perdón