Entrevista a Isabelle Lagneau. Segunda parte
¿Qué agradeces de tu experiencia en el Consejo General?
Experimento un profundo sentimiento de gratitud y de acción de gracias. Es un gracias que engloba también momentos que han sido más difíciles, pues todo ha sido muy enriquecedor. He aprendido mucho y he recibido mucho también. Ha sido una experiencia que me ha transformado.
Primero, la gracia de haberme sentido mucho más religada y próxima a todas nuestras hermanas, a sus países, a su misión, a situaciones concretas y complejas que vivimos por todos lados. Percibo con mucha más fuerza como se encarna el Espíritu en las diversas culturas, cómo somos de dependientes de nuestras situaciones geopolíticas: no escucho las noticias de la radio o la televisión del mismo modo. A lo largo de nuestros viajes y de nuestras visitas he acumulado shocks culturales experimentando vivamente las terribles diferencias entre pobres y ricos…
Me ha gustado mucho ser un lazo de unión entre nuestro Consejo y varias provincias. He percibido la gran complejidad de la animación espiritual y del gobierno de una provincia, el valor de las provinciales, su generosidad y su sentido de estar al servicio, su humildad. Ellas me han enseñado a escuchar en profundidad, a desplegar con ellas una especie de empatía que se atreve a preguntar, a dialogar. Esto ha hecho mi servicio de consejera más concreto, más encarnado, menos alejado de la realidad.
Doy gracias también por nuestro trabajo en el Consejo General, por nuestras reuniones, nuestras reflexiones, nuestro deseo común de servir a la Sociedad internacional. Hemos tenido momentos muy felices, de profundo consenso, de alegría, como, entre otras cosas, lanzar un Capítulo especial y anticipar su preparación. Y momentos más difíciles, a veces con desacuerdos o dificultades para comprendernos. He experimentado como es de duro no poder hacerse entender en tu propia lengua con todos los matices necesarios. Agradezco profundamente el modo con que hemos podido pasar juntas estos años, con gran acuerdo de fondo y un respeto mutuo grande.
¿Cómo valoras la convivencia de una comunidad tan plural en la Casa Madre?
El servicio de consejera general a veces puede resultar muy austero. Estoy profundamente agradecida a la comunidad de la Casa Madre. Ha sido realmente un gran apoyo. El hecho de que seamos 9 hermanas de 8 nacionalidades diferentes ha sido una suerte y un desafío. Hemos desarrollado entre nosotras un sentido de empatía y de «sentir con», una forma de atención discreta de unas hacia las demás, con un gran respeto. Hemos dado con cómo ser a la vez, tanto suficientemente cercanas, no demasiado, como a veces cercanas para encontrarnos y comer juntas, según las lenguas, así como cada una, a veces, que pudiera cocinar para sí por la noche y los fines de semana. A menudo hemos tenido un acuerdo tácito, cada una aceptando su soledad, a veces por no poder reír o entender lo que se ha dicho en la mesa. También hemos celebrado las fiestas, nos hemos alegrado con las bodas y nacimientos de nuestros sobrinos, hemos llorado juntas por los disgustos de quienes amamos, nos hemos animado, nos hemos sentido cómplices en este desafío de tenernos en cuenta unas a otras.
¿Cuál es tu lugar preferido de Roma? ¿Alguna comida/tradición italiana que añorarás?
Lo que más me gusta es pasearme por las calles de Roma olisqueando y buscando todos los signos de la mezcla de su arquitectura, ver a la vuelta de una calle, cómo las viviendas de hoy se insertan perfectamente en la forma redondeada de la calle que manifiesta la presencia de un templo antiguo, de un teatro…por eso elegiría el Campo di Fiori y sus alrededores…Y tantos jardines que cuelgan de sus terrazas y tejados…
Echaría de menos los pequeños restaurantes, no caros, donde se come muy bien comida sencilla como la bruschetta, las pizzas y donde encontramos a muchos italianos que acostumbran a ir a lugares como estos.
¿Cuál será tu próxima misión?
No sé cuál será mi próxima misión y prefiero no saberlo. Necesito algunos meses sabáticos en el sentido bíblico del término:« El 7º día Dios descansó. Vio todo lo que había hecho. Era muy bueno» Necesito dejar mi tierra en barbecho para que dé fruto… Mi misión inmediata es pues, dar tiempo al tiempo, alimentar mi espíritu con buenas lecturas, buenos encuentros, belleza y oración… Es un tiempo para saborear el presente, para encontrarme con Elías y escuchar el susurro suave de la suave brisa en la grieta de la roca…
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