La esperanza, uno de los nombres de Dios

Entrevista a Alicja Banach, rscj

Soy de Polonia y tengo 36 años, llevo 11 años como la religiosa de Sagrado Corazón. Mi familia vive en el noreste de Polonia: mis padres en Giżycko y mi hermano con su familia en Olsztyn. Antes de entrar a la Congregación estudié derecho europeo y alemán. Durante el tiempo de candidata y el noviciado en Marki, ayudé en la Fundación “El Corazón Abierto”. Después trabajé en el colegio como la educadora con los niños de entre 9 y 12 años. La mayoría del tiempo de joven profesa, durante 6 años, me encargué de cuidar a las estudiantes en nuestra residencia en Poznań. Mientras, colaboré en el equipo vocacional y me dediqué a la socioterapia (psicoterapia de jóvenes en grupo). Me encanta el ciclismo y pintar con acrílicos.

Alicja Banach, rscj

¿Por qué estás haciendo tu experiencia internacional en Almería?

Discerniendo el lugar, estábamos considerando ir a Filipinas y si lo sea imposible por razón del pandemia, a Almería. Al seguir cerradas las fronteras de Filipinas, llegué en enero a Santa María de Águila y empecé colaborar con las religiosas de la comunidad, Fátima Santaló y Elena Guzmán, en Bantabá.

El motivo de pedir hacer aquí la experiencia internacional está conectado con la situación en el mundo, es decir, más y más gente vive como inmigrantes y/o refugiados, y yo no tenía mucha experiencia en este ámbito. Almería nos parecía un buen lugar no sólo para conocer esta realidad, sino también para abrir mi corazón y mi mente a otra cultura y mentalidad. Últimamente pienso que el contexto de la vida en Almería es muy parecido al de Polonia en la medida que comparto lo cotidiano con la gente de otros países y religiones. Agradezco mucho este tiempo aquí.

¿Qué tarea estás desempeñando estos meses?

Como no trabajo de profesora, he empezado con observar las clases para aprender el estilo de enseñar y con algunas horas de sustitución de otro voluntario con su grupos. Desde finales de enero he trabajado con dos grupos que saben poco castellano, por eso hemos tenido las clases tres días: lunes, martes y miércoles. Además hemos compartido con Fátima las clases del grupo de las mujeres. En general tenía las mañanas para preparar las clases, que era también mi tiempo para aprender castellano para luego enseñarlo.

¿Qué te ha sorprendido de esta realidad?

Creo que me sorprendió el contraste. Solía asociar la costa mediterránea con el turismo y los preciosos paisajes, pero eso es solo una parte de la realidad. Unos seis meses antes de llegar a Almería, me enteré de que existían zonas llamadas «el mar de plástico». Y sólo mientras estuve aquí experimenté este contraste: la riqueza y la pobreza, la belleza y la grisura del plástico. Se puede vivir al lado del mar como en un desierto y en medio de pobreza experimentando la tanta generosidad de los vecinos españoles y marroquíes.

¿Algún aprendizaje?

Pensando sobre las competencias que he mejorado aquí, ciertamente termino con mejor castellano y con más confianza en Dios que me ha traído hasta aquí. Agradezco mucho a mis hermanas que me han animado a confiar, y así superar el miedo de una polaca a enseñar castellano. Intenté hacerlo lo mejor posible.

Además he experimentado que enseñar el idioma es un medio importante para compartir con la gente la esperanza de una vida mejor y digna. La esperanza – uno de los nombres de Dios – me suena aquí como lo más importante para caminar juntos, incluyendo las diferencias de la cultura o religión. Me toca el encuentro: vi los ojos de las personas concretas y tenía la motivación para seguir, mientras intentábamos entendernos en el nivel de palabras, hemos creado relaciones. Mi corazón paso a paso se ha abierto a su realidad de luchar por la vida, de trabajar en un invernadero o almacén, de intentar a arreglar papeles. Se ha fortalecido en mí la convicción que nuestra manera de ser humanos unos con otros es la manera de ser Cristo resucitado.

Y también estoy con las preguntas que tocan tanto la realidad aquí como en Polonia en este tiempo, p.ej. ¿Cómo apoyar la integración: la actitud de ser humanos con respeto mutuo en medio de diversidad, vivir juntos sin perder la riqueza de otra cultura y religión?

¿Cómo vives desde Almería la realidad de los refugiados de Ucrania que llegan a Polonia por la guerra?

Esta situación me hace sufrir mucho. La experiencia de nuestra oración como RSCJ, conectándonos por zoom me da esperanza de que la vida tiene la última palabra. En los primeros momentos me ayudó volver a rezar con el rosario, sabiendo que mucha gente en Ucrania lo reza. También intenté apoyar las acciones, conectando a personas que conozco con otras que buscaban la ayuda. Ahora sigo informándome, veo y leo las noticias, y llamo a mi familia, hermanas y amigos, preguntando sobre la realidad en Polonia. Me acompaña la consciencia que vuelvo a otro país diferente del que salí, porque el cambio es significante, tanto en la generosidad como en el trauma de la guerra. Y es verdad, que con la conciencia de la historia, personalmente no puedo imaginarme otra respuesta que la generosidad para hacer todo lo que sea posible, rescatando las personas. Durante las vacaciones voy a conocer algunos detalles de esta realidad participando en un voluntariado.

Desde corazón

Quiero agradecer por el tiempo en la Provincia de España, que ahora significa para mí las caras de las personas concretas y los encuentros de cariño, compasión y alegria: especialmente a Núria O’Callaghan rscj por acogerme y por su apoyo al principio de la guerra en Ucrania, a mis hermanas en las comunidades en Granada y Santa María de Águila (Almería), con las que pude compartir la vida diaria, el pan y la fe en este año comunitario. Gracias a Mariola López Villanueva, rscj por su acompañamiento, que me ayudaba confiar y unirme con Jesús en todas circunstancias. Muchas gracias también a nuestras hermanas en las comunidades en Bilbao y Barcelona, Sevilla y Priego, que me han acogido con mucho amor, presentándome nuestra misión. En este tiempo me ha acompañado la oración y las palabras de amor de tantas de mis hermanas. Os tengo en mi corazón !GRACIAS!

Cristo no tiene más manos que las nuestras.
No tiene más pies que los nuestros para guiar a la gente en su camino.
Cristo no tiene más boca que la nuestra para hablar de Él a la gente.

Somos la Biblia que la gente sigue leyendo.
Somos el mensaje de Dios
escrito en los hechos y en las palabras.

Una oración del siglo XIV.

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