EN CLAVE RSCJ | «Una llamada inesperada» por Tere Iribarren

Este tiempo de Pascua, de alegría gozosa de la resurrección, os ofrecemos una serie de comentarios escritos por Religiosas del Sagrado Corazón (RSCJ) a partir de una palabra clave que surge de la experiencia de confinamiento. Con ellos, queremos compartir una mirada propia sobre este momento de nuestro mundo, y sobre la nueva realidad en la que nos vamos a mover. 
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Una llamada inesperada: Se ha cerrado Cristianisme i Justícia. Hay que seguir las normas que nos llegan. Así sin más. No se puede ir ni a recoger el trabajo empezado, ni los libros que esperan una recensión.

Se han modificado el espacio y el tiempo, que son las coordenadas de la vida humana.

Se deja la prisa, esa velocidad que nos llega por una sociedad que pide el “ya” con urgencia como si tuvieses que entrar en una carrera ciclista con metas. Y el horizonte del día se empequeñece…o que quizás se despeja.

El reloj marca otras horas,cambia el horizonte. El mercadillo de los sábados con  particulares  voces  y sus variadas ofertas ha desparecido. El silencio lo ha invadido todo.

Los niños que llenaban la entrada con colorido y variedad de vestidos, culturas, las diferentes edades no están en la puerta. Están confinados…El patio, está silencioso y vacío. En la terraza hay gaviotas.

Todos quedamos confinados… Y así se va cerrando el trabajo y la colaboración en la Parroquia, la Ayuda Fraterna, las clases de Filosofía, la presencia en MigraStudium, las clases particulares,  la ayuda en la Casa Grande y sobre todo sentimos la ausencia de Inma. Esto marca nuestro vivir. 

Sin programarlo,una cuarentena laica entra por nuestra puerta y nos llama a la limosna, a  la oración y al ayuno. Y se nos invita a  una cura de soledad y  de silencio que faciliten el encuentro con Dios, ynos anima a desprendernos de lo que no es necesario y compartirlo  con los que nos rodean, Y todo esto con buena cara y hasta perfumadas.

Ya en casa, no se puede salir… El espacio cerrado tiene nuevas sorpresas. Estamos confinadas y conectadas, pero tenemos presentes y con nombre a tantas personas que son hermanas, familia, amigos, personas que marcan nuestra  historia y nos son referencia. 

Cuidamos a las personas que queremos, llamamos a los que están más solos, más desplazados, más descartados.Recibimos llamadas que se interesan y preguntan ¿Cómo estáis? ¿Cómo os encontráis?¿Necesitáis algo? Cuidaos. Los verbos han cambiado, de ser activospasan  a ser pasivos. Y también cambian los pronombres, el yo se encoge y  se agranda  el tú, el nosotros y el vosotros…

En la comunidad hay signos de estos cambios. Se multiplican las atenciones, aquello que favorece al otro. Todas estamos más activas y más atentas. Sentimos más visible el cariño y  como cada una es insustituible.

Se  espera el rato de oración cada día, y sentimos esa presencia que nos acoge, a pesar de la desorientación del momento, del dolor nuestro y de tantos que sufren desarraigo y un futuro incierto.También el juego pone una pincelada de gratuidad.

Y como a las mujeres del Evangelio también a nosotras se nos invita una y otra vez a volver sobre nuestros pasos y dejarnos transformar por este anuncio: el Señor con su novedad, puede siempre renovar nuestra vida y la de nuestra comunidad.

Tere Iribarren, rscj

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