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Comentario de la liturgia

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domingo 10 de octubre

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por María José Pindado

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Evangelio: San Marcos 10, 17-30

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En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?»
Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.»
Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.»
Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.»
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!»
Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió: «Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.»
Ellos se espantaron y comentaban: «Entonces, ¿quién puede salvarse?»
Jesús se les quedó mirando. y les dijo: «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.»
Pedro se puso a decirle: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.»
Jesús dijo: «Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones, y en la edad futura, vida eterna.»

[/vc_column_text][vc_single_image image=»8951″][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_column_text] “Una cosa te falta”, le dice hoy Jesús en el evangelio a este joven que se acerca a él.  

¿Qué le podía faltar? aparentemente tenía todo resuelto y cumplía la Ley… pero él se preguntaba, no estaba tranquilo, seguía buscando, soñaba con algo más que la vida, aparentemente acomodada, que tenía. Le faltaba luz para su vida, algo más profundo. Entendía que el Maestro bueno tenía otro modo. Esperaba que detrás de esa mirada cariñosa le diese una respuesta que le dejara satisfecho.  

Jesús le hace una propuesta exigente, le ofrece una forma de vida que no es compatible con otras. A la que solo se puede responder si o no.  

Se va triste. ¡Qué difícil es entrar en el reino de Dios!, “más difícil que pasar un camello por el ojo de una aguja”. Aunque se sabe que la palabra camello significa en el original, tanto camello como la soga con que se ata una barca. Aunque sea el animal o la soga, ya nos imaginamos lo difícil que es. 

Y es que el Reino de Dios no se compra, es don, es entrar en la dinámica de lo gratuito, no vivir apegado a las posesiones, los méritos, a uno mismo… pensar en un mundo como lo sueña Dios. 

La clave no está en dar todo o nada, sino está en dar entre el todo y casi todo. En eso que nos guardamos y nos deja tristes. La diferencia entre el todo y casi todo es infinito. Nuestro tiempo blindado, nuestras manías intocables, esos cambios que no acepto, nuestra zona de confort…el quedarnos tranquilos porque cumplimos. Esas “migajas” que nos reservamos, y que cada uno sabemos bien cuáles son. Esas pequeñas trampas que cada día no nos dejan seguir de un modo radical a Jesús.  

Elegir amar, compartir aquello que somos y tenemos ¿Qué me falta y que me sobra hoy Jesús, para seguirte? 

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