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Comentario de la liturgia

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domingo 3 de marzo

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por Mariola López Villanueva RSCJ

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Evangelio: San Lucas 6, 39-45

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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: <<¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «Hermano, déjame que te saque la mota del ojo», sin fijarte en el viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano. No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca>>.

[/vc_column_text][vc_column_text]EVANGELIO DIARIO 2019 – Edit Mensajero – Librería Claret[/vc_column_text][vc_single_image image=»3568″][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]

En los dichos de los padres del desierto se narra la historia de un hermano escita que cometió un día una falta. Los más ancianos se reunieron y enviaron a decir al abad Moisés que fuese. Pero él no quiso ir. El presbítero envió a uno para que le dijera: <<Ven, pues te esperan todos los hermanos>>. Y vino, tomó consigo una espuerta viejísima, la llenó de arena y se la echó a la espalda. Los hermanos, saliendo al encuentro le preguntaban: ¿Qué es esto, padre?>>. Y el anciano les dijo: <<Mis pecados se escurren detrás de mí, y no los veo, ¿voy a juzgar hoy los pecados ajenos?>>. Al oír esto, los hermanos no dijeron nada al culpable y lo perdonaron. Para ellos una señal evidente de que el alma no está todavía purificada es que no tiene compasión con los pecados del prójimo y lo juzga severamente. <<Cada vez que tapamos el pecado de nuestro hermano, Dios tapa también el nuestro. Y cada vez que denunciamos las faltas de los hermanos, Dios hace lo mismo con las nuestras>>. Para dar un fruto bueno es preciso desarmarnos, reconocer nuestras cegueras y avanzar con nuestra espuerta a la espalda por el camino de una bondad sin límites.

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La santidad no consiste en tal o cual ejercicio virtuoso, sino en una disposición del corazón que nos hace humildes y niños en brazos de Dios, conscientes de nuestra flaqueza y confiados hasta la audacia en su bondad de Padre. SANTA TERESA DE LISIEUX

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