«Le entregaron el Libro del Profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor». Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba, y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír».»

¿Hemos sentido alguna vez que una palabra de la Escritura se cumplía en nosotros o en otros? Porque ese es su destino: posarse sobre los rostros. Hacernos presentir cuánto de Dios hay en aquello que vivimos y cómo sus palabras quieren tomar nuestra corporalidad: nuestra mirada, nuestras manos, nuestros pies, nuestros afectos… Jesús acoge esta unción del Espíritu con una misión y con un proyecto en el corazón, experimenta su vida entera polarizada hacia los pobres y oprimidos con acciones bien concretas: agraciar, liberar, proclamar bondad. Para experimentar cómo sus palabras se cumplen hoy es necesario no endurecer el oído, dejarlas impactar sobre nuestra psicología, nuestro temperamento, nuestro momento personal. Andar «prestos y diligentes» y cultivar las actitudes que nos llevan a comprender cómo la Escritura se nos abre a través de la luz de los pequeños y vulnerables. El papa Francisco nos invitaba a desplegar en nuestra vida estas tres actitudes: estar «de pie» para acoger a Dios, en paciente «silencio» para escuchar su voz y «en salida» para anunciarlo a otros.

 

Mariola López Villanueva rscj
EVANGELIO DIARIO 2019 – Edit Mensajero – Librería Claret

Imagen de Pixabay

 

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