I Domingo de Adviento: Lucas, 21,25-28.34-36

Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y del oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros temblarán. Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación. Tened cuidado, no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir, y manteneos en pie ante el Hijo del Hombre.

¿Cómo es posible que Lucas diga que cuando sucedan todas estas cosas se acerca nuestra liberación? Las palabras que utiliza para expresar la segunda venida de Jesús al final de los tiempos, se nos hacen extrañas, incomprensibles y hasta incómodas, raras, como de otra cultura o dichas para otros. Pero no es así. El cielo, la tierra y los mares (la totalidad del mundo para aquella mentalidad), tiemblan cuando viene Dios; tiembla la humanidad que crece a espaldas de lo que es el Reino propuesto por Jesús en su discurso inaugural, también en Lucas, en la sinagoga de Nazaret.

Se acerca nuestra liberación. Se anuncia lo que esperamos en cada navidad: un mesías con minúscula, nacido en un pesebre, acompañado de pastores y de magos, gente de mala fama. Su llegada lo trastoca todo. Volverá del revés los valores del mundo y sus brillos. Se nos echará encima de repente, nos cogerá de improviso: Lucas nos invita a levantar la cabeza, animarnos, alegrarnos, a mantenernos en pie y a estar atentos a esa llegada que no se produce con bombo y platillo sino con la sencillez y la sorpresa de Belén. Nos invita a la atención con amor a lo cotidiano y cercano, la acogida a los que no cuentan.

Adviento es un tiempo de esperanza a pesar de “la que está cayendo”… Entre una y otra venida, el Señor llega siempre, de muchas maneras. Cuidemos los detalles.

 

Pilar de la Herrán, rscj
Imagen: Berna López

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