Remar mar adentro y echar las redes son dos movimientos que recogen lo nuclear de la llamada: lo que ocurre en lo hondo del corazón: interioridad, y lo que se despliega hacia los otros y con los otros: misión. Es preciso que no confundamos misión con tarea. La misión es inherente al seguimiento del Señor mientras que las tareas son concreciones de la misión y las tareas cambian en función de la edad, de las circunstancias, de los contextos. Algún día dejaremos de desempeñar tareas pero de la misión nunca cesamos, porque en todo momento podemos ser reflejo de su misericordia. Experimentamos, como Pedro, el sentimiento de la propia pequeñez e indignidad, y al mismo tiempo su confianza inquebrantable. Es el Señor quien lo va a ir haciendo, sólo él puede abrir en nuestro presente temeroso un futuro de fecundidad. ¿Podemos recrear su llamada a amar más hondamente? ¿Reestrenarla aquí, ahora, y tal y como estamos? San Ignacio terminaba sus cartas con esta petición: «Que el Señor nos de su gracia para sentir siempre su voluntad y cumplirla en su totalidad».
Mariola López Villanueva rscj
EVANGELIO DIARIO 2019 – Edit Mensajero – Librería Claret
Imagen Ana Luengo Michel
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