Cuaresma | Ayunar para sanar

En la mayoría de las tradiciones espirituales se recomienda la práctica del ayuno como un modo de modular la relación con nosotros mismos y la libertad ante las pulsiones desordenadas del ego. El ayuno nos sana de nuestras avideces, de nuestros instintos de apropiación. Cuanto mayor es la calidad humana de una persona, tanto mayor es su sensibilidad para no devorar la vida ajena.

Ayunar de comer en exceso nos ayuda a limpiar el cuerpo, a hacerlo más saludable, y también nos urge a compartir lo que no comemos. Hay tantos ayunos que necesitamos practicar para sanarnos: sobre todo ayuno de miradas y de palabras que intoxican nuestra vida.

Cuanto mayor es la calidad humana de una persona, tanto mayor es su sensibilidad para no devorar la vida ajena. Clic para tuitear

Jesús nos enseña que la mirada del Abbá no es como la nuestra, «el Abbá ve lo escondido» (Mt 6, 6) a los ojos del mundo. Si tiramos del hilo de la mirada de Dios nos remontamos al momento de la creación: «vio Dios lo que había hecho y era muy bueno» (Gn 1, 31). Nacemos con esa mirada de bendición sobre nosotros, la vamos perdiendo y todo el viaje de nuestra vida es volver a recibirla y poder darla, sobre todo posarla sobre 3 los rostros más lastimados. En cada momento de la historia si deseamos ver los signos de esperanza tenemos que mirar en la dirección acertada: hacia los empobrecidos y excluidos.

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Junto a miradas que dignifican y otorgan belleza, encontramos también en los Evangelios, y en la vida, miradas de los que murmuran, miradas que se clavan, que lastiman. Necesitamos ayunar de esas miradas flecha que empequeñecen y deforman y pedir crecer en una mirada copa que acoge lo que hay y lo deja ser. Ayunar también de voces que nos negativizan, de palabras que nos desdicen, que no dicen bien, para crecer en palabras que sacan lo mejor del otro, que alientan lo que aún no se ve, que posibilitan nuestro mejor yo.

Ayunamos para ser sanados. Así nos lo recuerda el profeta Isaías (Is 58, 6-12):

El ayuno que quiero es que no te apartes de tu semejante… que no apuntes con el dedo, que no hables maldad…. Entonces brotará tu luz como la aurora, y tu herida se curará rápidamente.

Ayunar, saber tener suficiente, valorar y gustar lo pequeño… pasa por nuestros modos de mirar, por las voces y palabras que cultivamos cada día; por dedicar más tiempo a contemplar los rostros en vivo, en vez de tanta pantalla. Ayunar va sanando y modelando nuestra vida. Como el ciego Bartimeo, al borde del camino, acojamos en este tiempo de cuaresma la pregunta de Jesús: «¿Qué quieres que haga por ti?».

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Mc 10, 46-52: el ciego Bartimeo. Sanar la mirada

  • ¿Qué tipo de miradas me doy con más frecuencia y doy a los otros?
  • ¿Qué aspectos de mi mirar y de mi hablar necesitan ser sanados?
  • ¿De qué necesito ayunar en este tiempo para poder limpiar el corazón? ¿De quejas, de pantallas, de críticas, de antiguos resentimientos…?

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Cuaresma es un tiempo para dejar que el Señor nos toque los ojos y recibir la realidad y los rostros bajo la luz sanadora del amor.

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