Urszula Krajewska rscj
Salmo 147, 3
El Señor sana a los de corazón quebrantado y venda sus heridas.
Mi servicio es ayudar a los refugiados. Sus historias son muy difíciles y, sin embargo, son los afortunados que consiguen llegar a Europa. Muchos mueren intentando escapar de la persecución, la guerra, el hambre. Esto despierta en mí rabia, tristeza e impotencia, porque siento que la ayuda que puedo ofrecer es muy pequeña ante la enormidad del mal. Sin embargo, vuelvo una y otra vez al pensamiento de que es el Señor quien sana las heridas de los corazones quebrantados, no yo. Es Él quien ama tanto a cada una de estas personas que su Corazón fue atravesado para vencer mi pecado y el de todas las demás personas. Con su Resurrección, venció a la muerte y nos devolvió la vida. Esta es mi luz incluso en la mayor oscuridad.
Cuantas veces pienso que lo que tengo me lo ha dado Dios fiándose de mi…, esperando que sepa compartir lo que tengo y lo que soy… es verdad que no podemos remediar mucho pero si hacer lo que podemos, desde un abrazo y una sonrisa hasta ayudar económicamente al que lo necesita. Creo que no nos damos bastante cuenta lo que es tener un hogar, una cama para dormir unos amigos con los puedo contar, y pienso ayer mismo en un pobre enfermo al que le doy algo y lo que más agradece es un abrazo, ucarmenn sentir que alguien se preocupa por él