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Cómo va a influir el Coronavirus en nuestras Casas de Mayores por José Ramón López, director operativo de Summa Humanitate

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Antes de nada, tranquilizarles a todos. No hemos realizado un curso acelerado de videntes, ni se nos ha dotado de poderes especiales por arte de magia, ni hay muchas seguridades al respecto, ni vamos a resolver todos los problemas, ni queremos caer en recetas moralistas que, personalmente, me espantan…, simplemente queremos aportar cierta visión de futuro de lo que puede suceder en nuestras Casas y, sabiéndolo, tener en cuenta las medidas que tendremos que ir tomando a varios niveles, preparándonos para ello.

Una primera certeza que nos ocupa es que el virus no ha pasado por nuestras vidas provisionalmente, ha arrasado con casi todo y se va a marchar sin más. NO. El virus ha venido para instalarse en el banco donde nos sentamos durante una buena temporada. Tendremos épocas aparentemente más tranquilas, pero en cualquier momento pueden aparecer nuevos contagios.

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Sabiendo esto, lo primero que no debemos hacer es relajarnos y pensar que ya ha pasado lo peor, y que, aunque nos afecte no va a ser de la misma manera. La carga vírica ha podido bajar, pero si algo ha demostrado este virus, en poco tiempo, es su nivel de agresividad y letalidad en algunos seres humanos, sobre todo de una determinada edad. Nos debemos de proteger por nosotros, por nuestra comunidad, por nuestros trabajadores, por responsabilidad con la sociedad global y para dar ejemplo. Es más, debemos de acostumbrarnos a convivir con el virus, no minusvalorarlo y a prepararnos por si nos toca afrontarlo en un futuro próximo.

En Comunidad tenemos que acostumbrarnos y adaptarnos a nuevos hábitos que van a requerir un esfuerzo notable y poner en juego mucha fuerza de voluntad y compromiso. A modo de ejemplo:

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  • Utilizar mascarillas cuando estemos compartiendo espacios: capilla, comedor, salones, reuniones, terapias… La mascarilla es nuestra nueva compañera de vida. Acostumbrarnos a cambiarla con cierta asiduidad.
  • Tener la flexibilidad y obediencia para movernos de habitación llevándonos lo imprescindible. Sería bueno pensar y tener por escrito qué me quiero llevar a una zona de aislamiento si me toca a mí estar contagiado, y sé que tengo que estar allí al menos 15 días… (es a lo que nos referíamos antes cuando hablábamos de prepararnos).
  • Una recomendación es tener asignado y marcado con el nombre de cada uno, los platos, vasos, cubiertos, útiles para comer.
  • Organizar la disposición de sillas y mesas para que se mantenga a una distancia de al menos 2 metros durante las comidas u otros eventos compartidos. Seguramente tengamos que establecer varios turnos en el comedor, o donde se pueda, habilitar más comedores.
  • Limitar el ingreso de visitas a las Casas, a menos que sea estrictamente necesario. Hacerlo de forma muy controlada y siempre con mascarilla. No se deben hacer celebraciones multitudinarias.
  • Se intensificarán los sistemas de higiene y desinfección. Sobre todo, a la entrada de las casas, pero también en todas las instalaciones.
  • Por parte de los equipos de intervención y gestión de las Casas se harán planes adecuados y estructurados a cada una de las comunidades, consensuadas con las mismas y que nos permita hacer frente a cualquier incidencia.
  • Facilitar los equipos de protección individual a los trabajadores. No escatimar en estos medios de protección. Su seguridad es la seguridad también de las personas que cuidan.

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Otros retos son más complejos

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Las Casas Grandes de hermanas mayores y Residencias, tienen que concienciarse que el papel de enfermería en las mismas es clave. La presencia de una enfermera en las residencias podría evitar hasta un 90% de las salidas al hospital. Las infecciones de orina, complicaciones respiratorias o los paliativos los puede dispensar una enfermera si hay una prescripción. Se evita que el anciano tenga que estar en urgencias, solo, con un beneficio tanto para él como para sus familiares e incluso de ahorro para el sistema. No olvidar tampoco que son Comunidades, hogares, y por lo tanto no podemos pretender tener estos servicios 24 horas al día. Hay que encontrar el equilibrio adecuado en estos servicios.

Otro reto se refiere a la falta de ingresos habituales y a un aumento notable de los gastos en las Comunidades de mayores lo que supone tensionar al máximo las economías de las Instituciones.

Bien sabemos todos, que a muchos institutos religiosos les cuesta pedir un préstamo. Se hace de forma muy puntual dado que por lo general se prefiere usar los recursos propios, con el peligro de descapitalizarse, antes que endeudarse y tener que pagar unos intereses. Creo que no es una buena solución. Sobre todo, en los tiempos actuales en que los intereses están muy bajos y el dinero está barato. Hay que perder ese miedo a los préstamos siempre y cuando se acceda a ellos con cabeza y asesorándose por gente de confianza.

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Cuando hacemos una obra, compramos un sofá o un coche, vemos distintas opciones, pedimos presupuestos diferentes, pero, sin embargo, o no sabemos, o nos da miedo, ir al mercado del dinero a comprar los recursos financieros que nos hacen falta al precio más barato que podamos encontrar. Creo que esta es una buena alternativa para superar los problemas de esta índole que nos pueden atenazar, ir a los bancos (a varios, no solo al de siempre) y poner encima de la mesa la solvencia de las Congregaciones religiosas.

El gran reto ante esta situación es tomar decisiones radicales que den respuesta a un momento complejo de nuestra historia para poder seguir cuidando y manteniendo la misión en un futuro próximo. Es todo un reto, porque a las Congregaciones este tipo de decisiones radicales es la antítesis de lo que os gusta hacer y emprender, pero lo que vivimos tampoco es normal y la adaptación a esta realidad tiene que ser urgente.

Es tiempo de cambios: personales, comunitarios, sociales… es tiempo de fe, es tiempo de unión, es tiempo de adaptar los votos de consagración a esta nueva realidad.

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