La importancia de la filosofía como aprendizaje para pensar por Tere Iribarren, rscj
¿Cómo se atreven?
Bauman sostiene «sacar la filosofía de las aulas es un error». Lo explica alegando que «en cada sociedad la filosofía cumple el deber de enseñar a los alumnos la base del pensamiento lógico» y recuerda que vivimos en un momento de individualización de modo que «lo que antes recibía el ser humano a través de su convivencia en comunidad, ahora lo tiene que conseguir solo. Nunca ha habido un momento como este en la historia». Un fenómeno que, en palabras del sociólogo, «nos dirige a la servidumbre».
El premio Príncipe de Asturias, conocido por acuñar el concepto de «modernidad líquida», también da cuenta de los retos y desafíos que asumen los filósofos y la sociedad en su conjunto: «El problema no es que la gente esté dejando de filosofar sino cómo la activamos y aplicamos en nuestra vida diaria».
Quienes buscan en la filosofía una orientación para vivir y respuestas a asuntos tan universales como el sufrimiento, el respeto, el riesgo o el sentido de la vida, pueden resultar útiles pensadores que siempre se han ocupado de la filosofía práctica como Marco Aurelio, Epicuro, Sócrates, Platón, Aristóteles, Nietzsche u Ortega y Gasset.
Oigamos a Marina Garcés:
«La utilidad de la filosofía pudiera sintetizarse diciendo que perfecciona la razón enseñando a pensar rectamente; imparte claridad a las ideas, distinguiendo lo esencial de lo accidental; vertebra la inteligencia con el conocimiento de lo universal; fundamenta la ciencia; ejerce influjo en las operaciones y costumbres humanas en lo individual y en lo social».
Aunque llevo ya muchos años «oficialmente» jubilada, soy profesora de Filosofía de un grupo de personas adultas con gran interés por aprender y admirar la cultura que nos viene de antaño. Y recordando mi trayectoria de profesora de jóvenes, después de pasar el tiempo, queda un eco de las clases, de las preguntas. El aula era lugar de encuentro, de aprendizaje, de amor a la sabiduría… Creo que tengo el recuerdo más vivo -y más alentador- sobre aquellas clases con jóvenes que miraban callados, pero tenían en el corazón palabras llenas de sentido.
Es increíble que en estos tiempos, los que llevan la responsabilidad de la educación, se atrevan a impedir que un alumno piense… ¿Cómo no filosofar? ¿Cómo dejar de pensar?
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