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Carta desde la comunidad intercongregacional de Martil

Os escribimos desde la comunidad intercongregacional de Martil (Marruecos). Hace mucho que no tenéis noticias nuestras y pensamos que era un buen motivo que supierais de nosotras el compartiros nuestra vivencia de la visita del Papa en este país, además de explicaros la actual situación con los inmigrantes.

Realmente ha sido un momento de especial importancia para la Iglesia de Marruecos, pues, cómo sabéis, es una Iglesia pequeña, pero una Iglesia enviada y dedicada completamente a los pobres, con múltiples presencias y formas. Por eso, la visita del Papa nos ha permitido encontrarnos, estrechar lazos entre nosotros, hacernos conscientes de que este Iglesia es diversa y multicultural; y hacernos partícipes de que la gracia de Dios nos ha acompañado especialmente estos días.

Hubo dos actos especialmente significativos durante la visita: el encuentro con los religiosos/as en la catedral de Rabat y la Eucaristía para todos los fieles en el complejo deportivo Príncipe Moulay Abdallah. En la catedral de Rabat estábamos todos los religiosos/as del país, y prácticamente todos nos conocíamos. Fue un verdadero encuentro en la fe, y un fuerte impulso en nuestra misión. Las palabras del Papa nos emocionaron porque conectaron con nuestra realidad y nos alentaron a vivir desde lo realmente importante en nuestra entrega: “Los cristianos son un grupo pequeño en este país. Pero para mí esta realidad no es un problema,… Jesús no nos ha elegido y enviado para que seamos los más numerosos. Nos ha llamado para una misión…. esto significa que nuestra misión de bautizados, sacerdotes, consagrados, no está determinada principalmente por el número o la cantidad de espacios que se ocupan, sino por la capacidad que se tiene de generar y suscitar transformación, estupor y compasión; por el modo en el que vivamos como discípulos de Jesús, junto a aquellos con quienes compartimos lo cotidiano, las alegrías, los dolores, los sufrimientos y las esperanzas. En otras palabras, los caminos de la misión no pasan por el proselitismo, que lleva siempre a un callejón sin salida, sino por nuestro modo de ser con Jesús y con los demás. Por tanto, el problema no es ser pocos, sino ser insignificantes, convertirse en una sal que ya no tiene sabor de Evangelio,…”. En la Eucaristía del domingo estaba la Iglesia peregrina en Marruecos y también personas venidas de otros lugares cercanos. Fue también un momento importante de gozo y de realidad, porque pudimos constatar que somos una Iglesia de culturas diversas, países diversos y lenguas diversas, una Iglesia “africana” con todo el sentido que esta palabra tiene, pobre pero joven, pocos pero vivos. El coro formado por 500 jóvenes subsaharianos, estudiantes e inmigrantes que viven y transitan en Marruecos y que colaboran en cada iglesia local del país, fue un motivo más para darnos cuenta de esto.

Además de los diferentes encuentros con los fieles, ha habido otros dos motivos muy importantes para que el Papa viniera a Marruecos: promover el diálogo interreligioso junto con la cultura de la paz, y sin duda, apoyar y defender a los inmigrantes que transitan por toda África en su camino hacia Europa. Respecto al primer motivo, esta visita ha servido para animarnos a seguir estrechando lazos con el Islam, a seguir trabajando en el diálogo interreligioso. Vivimos en un país musulmán y donde la religión lo impregna todo; convivimos y trabajamos diariamente con nuestros hermanos/as musulmanes y también con creyentes de otras confesiones, y lo hacemos desde la percepción de sentirnos hermanos y hermanas creyentes en un mismo Dios y donde no importan los credos, sino la fraternidad, y el convivir como hermanos/as que nos amamos.

Con respecto a los inmigrantes, el Papa se encontró con un grupo de ellos en la sede de Cáritas en Rabat. Allí estaban inmigrantes con papeles y diversas asociaciones que trabajan con ellos. Quedaron fueran los inmigrantes sin papeles por orden expresa del gobierno marroquí. Especialmente significativas y alentadoras fueron las palabras del Papa en este encuentro: “No estáis marginados, estáis en el centro del corazón de la Iglesia… No queremos que nuestra palabra sea la indiferencia y el silencio…. La Iglesia reconoce los sufrimientos que afligen vuestro camino y padece con vosotros. Ella desea recordar, acercándose a vuestra situación particular, que Dios quiere que todos tengamos vida. También quiere estar a vuestro lado para construir con vosotros lo que sea mejor para vuestra vida. Porque todo hombre tiene derecho a la vida, todo hombre tiene derecho a soñar y a poder encontrar el lugar que le corresponde en nuestra “casa común”. Toda persona tiene derecho al futuro.”

Haciéndonos eco de las palabras del Papa: “No queremos que nuestra palabra sea la indiferencia y el silencio”, aprovechamos para compartiros la realidad migratoria que estamos viviendo en estos momentos y que son la consecuencia directa de la dureza de las políticas migratorias europeas. Los 120 millones de euros otorgados al gobierno marroquí para controlar la frontera están siendo un buen aliciente para el trabajo de la policía en la zona. En este último tiempo, las deportaciones al sur del país están siendo cada vez más frecuentes. Ya es imposible pedir en la calle, pues eso supone arresto y deportación segura. En las últimas semanas, están deportando incluso a menores y mujeres embarazadas, sin comida, sin nada. No hay piedad, ni respeto por los mínimos derechos humanos. Ayudamos a las personas que son deportadas, sobre todo cuando son mujeres o menores, a que regresen cuanto antes a Tetuán. La política es tenerlos encerrados un par o tres de noches en comisaría y después, bajarlos al sur, dejándolos en plena noche en los bosques o los descampados a kilómetros de la ciudad más próxima. La mayoría de las personas que todavía siguen acudiendo a nuestro proyecto, han sido deportadas una o varias veces al sur. Algunos vuelven, otros, cada vez se sienten menos seguros, y se quedan en Agadir, Tizniz, Casablanca, donde todavía les dejan tranquilos, y la policía es algo más tolerante. Os podéis imaginar el estado de ánimo de la gente en Tetuán: no pueden pedir dinero, con lo cual, es imposible poder pagar el alquiler de la vivienda; pensar en el salto de valla es casi imposible en estos momentos (el gobierno marroquí acaba de colocar una valla con concertinas, además de las que ya hay en la frontera). Al proyecto, siguen acudiendo un pequeño grupo de unas 20 personas. Con ellas vamos intentando dar pequeñas respuestas a su situación: además de cubrir algunas necesidades básicas, como medicinas, pago del alquiler, alimentación, transporte, higiene, ropa, etc.; hemos comenzado una comida compartida en el centro, los jueves, donde se ha ido creando un ambiente de familia; los talleres de artesanía para poder vender algunas cosillas y ganar algo de dinero, las clases de español…. Pero, sobre todo, podemos decir que por encima de las pequeñas ayudas, estamos creando un espacio donde se les da dignidad, donde se encuentran acogidos, seguros, tranquilos, y en familia. Ayer mismo nos enterábamos de que dos de los jóvenes que venían al centro habían entrado este fin de semana cruzando la valla de Ceuta, después de más de 6 meses sin poder entrar ninguno. Había alegría y “boza” en el centro pero también tristeza, y abatimiento: “¿y nosotros, cuándo lo conseguiremos?”. Con ellos intentamos acompañar sus impotencias, y frustraciones, sus luchas y desesperanzas, a veces es difícil, y sólo nos queda escuchar y abrazar.

Hermanas, terminamos, esperando vuestras oraciones por todos estos hermanos/as nuestros/as que tanto lo necesitan y por esta comunidad, para que podamos ser signos del amor de Dios para que otros tengan vida.

Un abrazo, vuestras hermanas de Martil.

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