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Comentario de la liturgia

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domingo 28 de noviembre

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por Carmen Rosa Fernández

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Evangelio: San Lucas Lc 21, 25-28. 34-36 

[/vc_column_text][vc_column_text]Habrá señales en el sol, la luna y las estrellas. 
   En la tierra se angustiarán los pueblos, desconcertados por el estruendo del mar y del oleaje. 
  Los hombres desfallecerán de miedo, aguardando lo que se le echa encima al mundo; pues las potencias celestes se tambalearán. 
  Entonces verán al Hijo del Hombre que llega en una nube con gran poder y gloria. 
  Cuando comience a suceder todo eso, erguíos y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación. 
 
  Poned atención, que no se os embote la mente con el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, de modo que aquel día no os sorprenda de repente, pues caerá como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra. 
  Velad en todo momento, pidiendo poder escapar de cuanto va a suceder y presentaros ante el Hijo del Hombre. [/vc_column_text][vc_single_image image=»9109″][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]Hoy, 28 de noviembre, comienza el adviento, con él, lo hace también el año litúrgico. Adviento, ante todo, es ¡un tiempo de esperanza!   

Aunque esta época nos recuerde ya la cercanía de la Navidad, en esta lectura el evangelista san Lucas no hace referencia a la venida de Jesús en Belén sino a su venida al final de nuestra vida como él nos prometió. 

La Palabra de hoy, con su lenguaje apocalíptico, no pretende asustar sino acentuar la victoria de Jesús sobre el mal, nos viene a decir que la salvación de Dios se abre paso en medio de los vaivenes de la historia. El Señor tiene un plan de liberación para su pueblo y lo lleva a cabo con fidelidad. 

Adviento es tiempo de esperanza, esa que tanto nos hace falta si hablamos de enfermedad, pandemia, violencia, injusticia…esperanza y no resignación. 

Jesús en esta lectura nos anima a no tener miedo ni perder la confianza en Él a pesar de las situaciones difíciles y dolorosas que nos presenta la vida. No se trata de una esperanza pasiva, hemos de estar alerta, saber mirar y responsabilizarnos. 

Nos exhorta a estar en vela, a hacer, como nos dice el Papa Francisco, un esfuerzo de vigilancia, mirando más allá de nosotros mismos, de nuestras falsas seguridades y egoísmos, alargando la mente y el corazón para abrirnos a las necesidades de los demás: “Es el deseo de tantos pueblos martirizados por el hambre, por la injusticia, por la guerra; es el deseo de los pobres, de los débiles, de los abandonados. 

Ojalá nos dure siempre esa espera confiada en quién vino hace ya más de 2000 años, está viniendo en nuestro día a día y vendrá a encontrarse con nosotros al final de nuestra vida. 

Ojalá en esta de época de Adviento creamos en el Evangelio de Jesucristo viviendo con el corazón en vigilia, despiertos, confiando en quien hemos puesto nuestra fe y haciendo del mundo un lugar mejor para todos con nuestro granito de arena. Ojalá sean nuestras MIRADAS esas que cuiden, ilusionen, sostengan…MIRADAS QUE ABRACEN. 

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