[vc_row][vc_column][vc_column_text]

Comentario de la liturgia

[/vc_column_text][vc_column_text]

domingo 13 de marzo

[/vc_column_text][vc_column_text]

por Eugenia Yasinska

[/vc_column_text][vc_column_text]

Eugenia, ciudadana del mundo, con raíces en Italia, Rusia y Ucrania, desplegando el corazón en otras fronteras y culturas. Llamada a servir en la salud, actualmente atendiendo a la vulnerabilidad de la drogodependencia. Dando pasitos en la Sociedad como candidata entre las religiosas del Sagrado Corazón, en Madrid. Otros pasitos, bailados al ritmo de danza clásica. Sorprendida y movida por la Palabra. Buscadora de los “tesoros escondidos” en este mundo, roto y bendecido. 

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_separator][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]

Evangelio: San Lucas 9, 28b-36

[/vc_column_text][vc_column_text]

En aquel tiempo, tomó Jesús a Pedro, Juan y Santiago y subió a una montaña a orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestidos resplandecían de blancura. De pronto dos hombres hablaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecieron gloriosos y comentaban la partida de Jesús que se iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño. Al despertar, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Cuando éstos se retiraron, dijo Pedro a Jesús: 
   —Maestro, ¡qué bien se está aquí! Pongamos tres tiendas: una para ti, una para Moisés y una para Elías –no sabía lo que decía–. 
  Apenas lo dijo, vino una nube que les hizo sombra. Al entrar en la nube, se asustaron. 
  Y se escuchó una voz que decía desde la nube: 
   —Éste es mi Hijo elegido. 
   Escuchadle. 
  Al sonar la voz, se encontraba Jesús solo. Ellos guardaron silencio y por entonces no contaron a nadie lo que habían visto. 

[/vc_column_text][vc_single_image image=»9444″][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]

Estamos frente a un relato enigmático, misterioso, desafiante. El texto se sitúa tras el primer anuncio de la pasión y la profesión de fe de Pedro.   

Vemos aquí cómo Jesús se revela en sus relaciones más significativas, que son con sus discípulos amigos y con el Padre, y más adelante con la historia de la fe. Se intuye que ora a menudo, por eso sube al monte, lugar para reencontrarse con el Padre. Y elige hacerlo con los más queridos, sus discípulos, Pedro, Juan y Santiago, los primeros llamados y primeros testigos de su divinidad. La relación de amor, sabemos, tiene el poder de transformar, y el término que, según la tradición se suele asignar a este evento, es aquella de la transfiguración: su rostro, de hecho, se ilumina, hasta sus vestidos se vuelven blancos, resplandecientes. Es un acontecimiento inesperado, gratuito, íntimo y compartido. Esta experiencia de amor, además, introduce en la eternidad, superando la lógica temporal, que incluso se le aparecen Moisés y Elías, maestros de la ley y los profetas. Jesús, el último maestro, el último profeta. Con ellos dialoga, de la misma manera que con su Padre. Es un diálogo extraordinario, pero no de gusto, de ganancias y de disfrute, sino que vemos que “hablaban de su partida”, de su entrega y muerte que “iba a tener lugar en Jerusalén”.  Los discípulos están somnolientos y no perciben el significado profundo de lo que está pasando, vislumbran, pero no contemplan, no entienden. Hasta proponen quedarse cómodos, montar tiendas, encerrando así el misterio según una lógica posesiva, según una determinada mentalidad. Jesús no le contesta directamente, lo hace su Padre por Él: apunta a otra realidad, que tiene que ver con Jesús mismo, hijo de Dios, y es a Él a quien se invita a escuchar. De la experiencia del ver, se pasa a la de escuchar. ¿Escuchar qué? Allí está el desafío. Pasar del ver, de la vigilia, del decir, a la escucha de Jesús y su propuesta del Reino. Incómodo, sin duda, porque pide estar despiertos y despiertas de verdad, desinstalarse, entrar en la nube, superando el miedo. Y nosotros/nosotras, que escuchamos ¿qué nos dice hoy Jesús? ¿Tenemos el coraje de preguntárnoslo y reconocer la Pascua tras las nubes del desasosiego, del cansancio y de la entrega?  

Pedimos dejarnos transformar por este mismo amor dialogante, envolvente, que supera e irrumpe en la Historia de la humanidad y en la historia de nuestras vidas.   

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

Ir al contenido