[vc_row][vc_column][vc_column_text]

Comentario de la liturgia

[/vc_column_text][vc_column_text]

domingo 22 de septiembre

[/vc_column_text][vc_column_text]

por Mariola López Villanueva RSCJ

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_separator][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]

Evangelio: San Lucas 16, 1-13

[/vc_column_text][vc_column_text]

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: <<Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: ¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido. El administrador se puso a echar sus cálculos: ¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya se lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa. Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo? Este respondió: Cien barriles de aceite. Él le dijo: Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe «cincuenta». Luego dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? Él contestó: Cien fanegas de trigo. Le dijo: Aquí está tu recibo, escribe «ochenta». Y el amo, felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.  Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo menudo, también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo, tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, lo vuestro ¿quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero>>.

[/vc_column_text][vc_column_text]EVANGELIO DIARIO 2019 – Edit Mensajero – Librería Claret[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]

Jesús nos educa sobre el valor de las cosas pequeñas, de las historias mínimas, de los callados gestos de humanidad que son casi invisibles pero que se embellecen y multiplican ante los ojos de Dios.

Es en ese menudeo cotidiano donde se nos ve realmente si nuestra vida está centrada y confiada en Dios o tenemos otras riquezas que no nos dejar servir al Único importante. Nunca se me olvidará lo que una mujer chilena, muy pobre, me dijo cuando leíamos la historia de Tamar y me comentaba que una prostituta las había cogido a ella y a su madre en su casa: <<Hermana, ¿usted sabe por qué Dios elige mujeres como esa que sale en la Biblia y mujeres como nosotras? Porque a los ricos en cuanto les ocurre algo se ponen mal, se deprimen, y se vienen abajo. A nosotras, como nos pasan tantas cosas, y no nos echamos a morir y salimos adelante… A lo mejor por eso Dios cuenta con nosotras>>. En el tiempo que tuve la suerte de compartir con esta gente descubrí una alegría sencilla que no puede comprarse con nada, la del gusto por estar vivo, compartiendo lo poco que se tiene y haciendo de ello una fiesta. Allí aprendí que solo perdemos aquello que no damos.

[/vc_column_text][vc_row_inner][vc_column_inner][/vc_column_inner][/vc_row_inner][vc_column_text]

CONVERSIÓN (Ignacio Iglesias, SJ)

Sigue curvado sobre mí, Señor / remodelándome, / aunque yo me resista. / ¡Qué atrevido, pensar que tengo yo mi llave! / ¡Si no sé ni de mí mismo! / Si nadie como Tú puede decirme / lo que llevo en mi dentro. / NI nadie hacer que vuelva de mis caminos, / que no son como los tuyos. /Sigue curvando sobre mí / tallándome / aunque, a veces, de dolor te grite. / Soy pura debilidad – Tú bien lo sabes-, /tanta que, a ratos, / hasta me duelen tus caricias.

Lábrame los ojos y las manos, / la mente y la memoria, y el corazón, que es mi sagrado, / al que no te dejo entrar cuando me llamas. / Entra, Señor, sin llamar sin mi permiso. / Tú tienes otra llave, además de la mía, / que en mi día primero Tú me diste / y que empleo, pueril, para cerrarme. / Que sienta sobre mí tu <<conversión>>/ y se encienda la mía / del fuego de la tuya, que arde siempre, / allá en mi adentro. / Y empiece a ser hermano, / a ser humano, / a ser persona.

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

Ir al contenido