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Comentario de la liturgia

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domingo de Pascua de la Resurrección del Señor 21 de marzo

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por Mariola López Villanueva RSCJ

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Evangelio: San Juan 20, 1-9

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El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo a quien quería Jesús, y le dijo:

<<Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto>>. Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo, corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

[/vc_column_text][vc_column_text]EVANGELIO DIARIO 2019 – Edit Mensajero – Librería Claret[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]

María de Magdala es buena compañaera cuando atravesamos circunstancias de vida sepultada, cuando estamos cerca de gente que vive realidades de desesperanza, de no ver salida; cuando ya estamos tentados de decir <<no hay nada que hacer, las cosas no van a cambiar>>.

Pedro y Juan regresan desesperanzados, mientras que María se quedará allí llorando, de pie. El verbo griego que aparece es histemi que significa <<resistir, permanecer, quedar firme>>. María volverá a mirar una vez más, pero sus ojos están retenidos por la tristeza. Entonces la despierta una voz, la voz del amor que la busca. Cuando reconocemos nuestra propia verdad, cuando nos sentimos llamados por nuestro nombre, y nos sabemos aceptados y queridos hasta en el último rincón de nuestros cuartos más oscuros, entonces se produce el reconocimiento de quiénes somos y de quién es él para nosotros. Ella lo llamará <<Rabboní (mi Maestro)>>, Aquel que le había enseñado a vivir. Escucharle decir nuetsro nombre para descubrir en la sinceridad de nuestro corazón el camino personal que nadie puede recorrer por nosotros.

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