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Comentario de la liturgia

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domingo 7 de abril

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por Mariola López Villanueva RSCJ

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Evangelio: San Juan 8, 1-11

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En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y colocándola en medio, le dijeron: <<Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras: tú ¿qué dices?>>. Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: <<El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra>>. E, inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos,  hasta el último. Y quedó solo Jesús, y la mujer en medio de pie. Jesús se incorporó y le preguntó: <<Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha condenado?>>. Ella contestó: <<Ninguno, Señor>>. Jesús dijo: <<Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más>>.

[/vc_column_text][vc_column_text]EVANGELIO DIARIO 2019 – Edit Mensajero – Librería Claret[/vc_column_text][vc_single_image image=»4168″][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]

Quizás consideremos que no tenemos piedras en las manos, pero si somos sinceros, sí que podemos reconocer aquellas que guardamos en los bolsillos. Nuestras antipatías, celos, envidias, animadversiones…

Aquellos sentimientos que nos llevan a enjuiciar a otros y a hacerlos de menos. Jesús es paciente con nuestra dureza de corazón, la conoce bien y no nos juzga; apela a nuestra conciencia interior.

¿Qué les molesta a ellos de esta mujer? ¿Qué esconden con su juicio? Cuando critico al otro y lo señalo ¿Qué es lo que me irrita?, ¿qué estoy rechazando de mí?; ¿no me reconozco también yo culpable y necesitado de perdón? Saquemos de nuestros bolsillos las piedras y sintamos cómo se aligera la vida cuando nos acogemos delicadamente en nuestras heridas, al modo de Jesús. Él se incorpora ante la mujer, reconociéndola. La pregunta, devolviéndole la voz. La anima y la bendice al dejarla libre; y al confiar en ella la remite a lo mejor de sí misma, le abre en su presente la posibilidad de volver a amar y de ser amada sin lastimarse ni dañar.

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CONSÉRVAME UN CORAZÓN DE NIÑO (Léonce de Grandmaison, SJ)

Santa María, Madre de Dios, consérvame un corazón de niño, puro y cristalino como una fuente. Dame un corazón sencillo, que no saboree las tristezas, un corazón grande para entregarse, tierno en la compasión, un corazón fiel y generoso, que no olvide ningún bien ni guarde rencor por ningún mal. Dame un corazón manso y humilde que ame sin exigir correspondencia, gozoso de desaparecer en el corazón de tu divino Hijo, un corazón grande e indomable que con ninguna ingratitud se cierre, que con ninguna indiferencia se canse, un corazón apasionado por la gloria de Jesucristo, herido de su amor, con una llaga que solo se cure en el cielo.

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