Si alguna cualidad no se le puede atribuir a Dios es el silencio. Aunque sea un parámetro humano, el silencio es la ausencia de comunicación, y la palabra, la forma de manifestación por excelencia, aún reconociendo el gran peso que la comunicación no verbal tiene en nuestras relaciones humanas. Dios se comunica de múltiples formas a lo largo de la historia de salvación, pero cuando quiere comunicarse de forma rotunda usa la Palabra. La nube y el viento solo fueron ensayos, un género menor en la comunicación divina. Con la Palabra, Dios se manifiesta a Él mismo de un modo definitivo.

Jesús es la Palabra, y sólo por Él conocemos al Padre. La pequeñez del niño nos muestra la absoluta predilección de Dios por los más frágiles. Si nos quedamos solo en lo emotivo de estos días, con las luces y las canciones, falseamos deliberadamente al Dios encarnado.

Solo si buscando la estrella fijamos nuestra mirada en lo más diminuto, nos encontraremos con la Palabra y la Luz de Dios.

Una nueva Navidad se presenta ante nuestros ojos para quien se atreva a mirarla y a escuchar su buena noticia.

 

Teresa Gomà, rscj
Imagen de Gloria Nicolás

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