18 de noviembre: santa Rosa Filipina Duchesne, la monja más tenaz al otro lado del Misisipi

Alfa & Omega (Diario ABC)

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Los potawatomíes bautizaron a esta pionera de la evangelización de América del Norte como «la mujer que siempre reza», Quahkahkanumad. Una oración a la que se atribuía que cada semana hubiera varios bautismos nuevos.

«Aunque no sea capaz de hacer algo útil allí, solamente con mis deseos y mi oración prestaré algún servicio a Nuestro Señor»: con estas palabras vislumbró Filipina Duchesne —varios años antes de cumplirse— el que sería el sueño de su vida; un anhelo que solo pudo ver realizado en su vejez, cuando se dedicó a evangelizar con su oración a los indios de América del Norte.

Rosa Filipina nació en 1769 en Grenoble, en el seno de una familia de ideas liberales que, sin embargo, la envió a estudiar al colegio de la Visitación. Allí prendió su vocación religiosa ante la sorpresa de su padre, que para disuadirla resolvió sacarla del colegio para recibir clases particulares a domicilio. A los 17 años rechazó el matrimonio que le proponían sus allegados y, en su lugar, convenció a una tía suya para acompañarla al convento de las visitandinas. Allí se quedó, para disgusto de sus padres. Pero el estallido de la Revolución francesa vino a cambiar sus planes. Su congregación fue cerrada por las autoridades y Filipina se vio obligada a volver con su familia. En casa siguió ejerciendo como pudo sus votos religiosos durante once largos años, durante los cuales escondió sacerdotes y visitó a los presos encarcelados en el que había sido su monasterio.

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