Se cubrieron de luto los montes,
a la hora de nona.
El Señor rasgó el velo del templo,
a la hora de nona.
Dieron gritos las piedras en duelo,
a la hora de nona.
Y Jesús inclinó la cabeza,
a la hora de nona.
Levantaron sus ojos los pueblos,
a la hora de nona.
Contemplaron al que traspasaron,
a la hora de nona.
Del costado manó sangre y agua,
a la hora de nona.
Quien lo vio es el que da testimonio,
a la hora de nona.
Amén

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