En modo peregrino
No sé si es el olor del aire por la mañana o el calor al mediodía, pero pasada Semana Santa, algo en mí intuye que el verano está próximo. Visualizo la gratuidad de los días que van a llegar y adopto una respuesta bien descriptible: de repente, empiezo a buscar en mapas y guías, un recorrido de diez jornadas a pie por donde podría pasar haciendo mis ejercicios anuales. El nómada, el emigrante, el apóstol que me habita, sueña esos días planificando su recorrido. Fijar las etapas, las distancias, los albergues, … hace que algo en mí entre, de súbito, en modo vacaciones de verano en pleno abril.
Desde hace unos años, tres cuartas partes de los meses de verano los paso proponiendo Ejercicios espirituales de San Ignacio. Por esto tomé la decisión de realizar los míos en modo peregrino, en quietud itinerante. Algunas veces, seguía la pauta que mi acompañante espiritual me proponía; otras veces, era la Palabra de Dios de la misa diaria la que guiaba mis pasos.

Fue en el 2004 cuando por primera vez empecé a aventurarme a realizar una travesía, solo y a pie, desde el Pirineo catalán hasta Montserrat. Me enganchó la experiencia y, desde aquel verano, algunas veces solo, otras en grupo, mis vacaciones encuentran su momento álgido en esos días de camino. En él confluyen varios atractivos: la belleza de la naturaleza, el gancho espiritual del santuario adonde me dirijo, lo extraordinario de lo simple, la conversación amical y gratuita… Dios en todo.
En cierto modo, se podría decir que todo mi verano ando buscando y ayudando a buscar a Dios en los Ejercicios. Unas veces como ejercitante; otras, como acompañante. Estos días en modo peregrino me ayudan a aquietarme y ayudarán a aquietar a otros que buscan a Dios en un Centro de espiritualidad.
Mis veranos de ahora se parecen en dos cosas a los de mi infancia: en el contacto con la naturaleza y en el permanecer fuera de casa. En la casona grande de mis abuelos, junto con mis primos y otros vecinos, en pleno campo, pasábamos felizmente los meses de julio y agosto: las zambullidas en el río, los partidos interminables de fútbol, los juegos de cartas o al escondite por la noche, lecturas, tertulias… Era como estar siempre de colonias.
También ahora, cuando durante el mes de agosto acompaño en equipo, el mes de Ejercicios en Manresa, aunque permanezco en mi comunidad, tengo la sensación de estar fuera de casa. Incorporarnos al dinamismo propio del mes de Ejercicios hace que viva de otra forma lo cotidiano. Es como si dejara mi lugar habitual sin haberme movido de él. Lo cual me hace pensar que vivir en modo peregrino supone, sobre todo, un viaje interior, al que precede o no un viaje exterior. La pandemia del 2020 nos ayudó a vivir paradojas como esta. Ahí queda, como aprendizaje a no perder de vista. Sobre todo ahora que, en cualquier momento, nos puede sobrevenir un nuevo apagón.



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