TRIDUO PASCUAL Sábado Santo
Por Dolores Aleixandre y Fernando Rivas
En una homilía oriental José de Arimatea se atreve a pedir su cadáver al gobernador: “Entrégame, gobernador, para que pueda sepultarlo, el cuerpo de Jesús el Nazareno, el pobre, que vivía a cielo abierto, el huésped desconocido venido de otra tierra. Entrégame a este peregrino voluntario, que no tenía donde reclinar la cabeza y que, al no tener casa propia, recibió albergue y fue colocado en un pesebre y soportó la vida peregrina. Entrégame al despreciado, vencido y colgado ¿qué utilidad tendrá para ti el cuerpo de este peregrino…? Vino de una región muy lejana, para seguir siendo peregrino, bajó al lugar de las tinieblas.Es por este muerto por quien te suplico: se encuentra colgado del madero porque no tiene casa. Nadie intercede por él, como haría un padre de esta tierra, un amigo, un discípulo, un pariente, un sepulturero. Verdaderamente solo él es el unigénito del único Dios. Es el Dios que ha venido a este mundo y no hay otro».
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