Toda la vida escuchando hablar de Sofía, de la Santa Madre a la que veía como a alguien lejana, muy lejana. El desconocimiento de tantas cosas, situaciones, del porqué de nuestro ser… Sólo sé que yo era feliz en mi colegio.
De mis primeros años recuerdo, sobre todo, la entrega de Domeka, rscj mi tutora. Su dulzura, su paciencia, su dedicación, el cariño que nos transmitía en todo lo que hacía.
Pero fue muchos años después, una vez mi sueño de ser maestra en “mi colegio” se había cumplido, que pude poner nombre a todo lo que aquella religiosa me había contagiado: CARISMA, el carisma de Sofía. De la Sofía valiente, afortunada, fiel, inconformista, comprometida, luchadora, pionera, entregada… aquella que creyó en una educación transformadora, con un marcado fin social. La que “Por una sola niña, hubiera fundado la Sociedad del Sagrado Corazón”.
¡Llevaba toda la vida respirando el carisma de Sofía sin saberlo!
Gracias a ese carisma se despertó mi vocación educadora. Me apasiona lo que hago. Trabajar en un centro como el nuestro -donde el entorno muchas veces dificulta nuestra tarea- da sentido a esta profesión. No es fácil pero sí muy gratificante.
Me encanta trabajar cada día intentando que mis alumnos sean felices en el aula, ofreciéndoles conocimientos, pero, sobre todo cariño. Porque creo en la educación desde el corazón, en la educación que Domeka me ofreció cuando llegué a esta mi casa y la que tantas otras personas me regalaron a lo largo de mi vida en el Besós.
Porque Sofía ya lo dijo hace más de doscientos años “Una persona da lo mejor de sí, si es feliz”.
Hoy, como educadora del Sagrado Corazón, siento que camino con Sofía. Y ojalá, a través de mi entrega, mis alumnos puedan sentir lo mismo que yo sentí de pequeña: que hay una forma de educar que transforma… y que nace del corazón.

Todo lo que dices es verdad!!!! Gracias por ser como eres
Gracias a vosotras, Pilar.