Mi nombre es Rafael, la gente me llama Rafa, tengo 24 años y soy de Vigo. Hace 7 años me vine a estudiar Ade y Business Analytics a Madrid y aquí sigo, ahora trabajando. Llevo casi dos años en consultoría de transformación financiera en Deloitte. Soy una persona muy dinámica y me encanta el deporte.

¿Cuál es tu relación personal con el ámbito del deporte?
En cuanto a mi relación personal con el ámbito del deporte, desde pequeñito he sido una persona muy inquieta, siempre me ha encantado el deporte, la actividad física y el estar con gente. A lo largo de mi vida he probado varios deportes, de pequeño hacia atletismo, natación, baloncesto… pero lo que marcó lo que considero mi etapa “más deportiva” han sido estos últimos 15 años jugando al waterpolo. Empecé este deporte cuando era pequeño, ya que hacía natación y queriendo probar algo más “dinámico” y entretenido, me introduje en el waterpolo. Para mí este deporte ha sido fundamental en el desarrollo como persona, no solo me ha permitido estar en buena forma física y llevar una vida saludable, sino que también me ha enseñado grandes valores fundamentales para mí, como son el compromiso, el respeto y la dedicación. Actualmente he empezado también en el mundo de las carreras de obstáculos (OCR), todo un descubrimiento y que me está permitiendo llevar mi cuerpo a niveles muy altos de exigencia e intensidad.
Como se puede intuir, para mí, el deporte es algo fundamental en el día a día y no concibo el dejar de entrenar o no tener tiempo a lo largo de la semana para poder practicarlo. Si que es cierto que hay momentos en los que cuesta más, uno tiene menos ganas, pero también existe una parte de disciplina propia y exigencia que implica que si se quiere mejorar y llegar a algunos objetivos, hay que seguir entrenando y no dejarse vencer por la pereza o las pocas ganas.
¿Cómo vinculas deporte y espiritualidad?
Aunque de primeras parezca difícil de crear un vínculo entre estos dos conceptos, deporte y espiritualidad, o al menos a mi hace unos meses me costaba más verlo, sí que existe y puede llegar a ser interesante.
Gracias a una experiencia de verano, pude unir y ver cómo estos dos conceptos en mi vida están más ligados de lo que parece. El deporte, al final, me permite adquirir y potenciar una serie de habilidades como pueden ser el compromiso, la resiliencia o la capacidad de mejora que se pueden relacionar con la fe y la espiritualidad. En ambas es importante tener un compromiso, una entrega y unas ganas de mejorar. En el deporte, para lograr avanzar y lograr metas competitivas o personales, en la espiritualidad, igual, es necesario entregarse, querer ser mejor en ese vínculo con Dios, tener esa capacidad de que, aunque en un momento dado no me salga algo o falle, volver a levantarse, saber reconocer los errores y seguir adelante, intentando ser mejores cada día.
En definitiva, para mí lo fundamental en el vínculo entre los dos es que como personas imperfectas y con nuestras carencias, siempre se puede mejorar y ser mucho mejores, para ello, la forma de lograrlo es entrenar, entregarse, dedicarle tiempo, esfuerzo y con disciplina trabajar sobre las cosas que más nos cuestan, pero que a su vez nos interesan, nos gustan y sabemos que merecen la pena. A ambos conceptos les aplica exactamente lo mismo, y por eso, el deporte también me sirve para entrenar y potenciar estas habilidades tan necesarias en mi relación diaria con Dios.
Desde tu experiencia, ¿qué relación tiene el deporte con el lema del Jubileo «Peregrinos de esperanza»?
Para mí, este lema, y muy en relación con lo anterior significa que, si somos peregrinos de esperanza, somos personas en constante movimiento que pueden llegar muy lejos y a donde queramos. Lo necesario para llevar la esperanza y las ganas de Dios lo más lejos posible es la entrega, la dedicación diaria que nos permita ser mejores personas, amar más, querer más y llevar la esperanza a todos los sitios, incluso a aquellos donde escasea. Con la misma entrega, entreno y ganas necesarias y fundamentales también en el ámbito del deporte, se puede llegar a donde sea. Siempre constantes, sin rendirnos nunca, porque siempre merece la pena.
Un peregrino también necesita hacer sus paradas cuando está exhausto, sin embargo, en cuanto se recupera, sigue el camino, porque sabe que merece la pena. Pues con esta frase pasa un poco lo mismo, debemos llevar la esperanza, la alegría y la palabra de Dios allá donde podamos. Aunque haya momentos más complicados, de más cansancio o pereza, debemos pararnos, ver cuál es el objetivo, cuál era el camino que decidimos tomar y por qué, y si estamos seguros de que merece la pena, tratar de seguir sin abandonarlo, con resiliencia y disciplina.
Y sabiendo que todo esto, al igual que en el deporte, se consigue con entrenamiento y superación diaria, logrando ser cada día mejores en todo lo que hacemos, cada día nos costará menos, fallaremos menos y necesitaremos hacer menos paradas, pero para lograrlo, es muy necesario el compromiso y el ser constantes, siempre tratando de vencer y superarnos.
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