Nuestra identidad
Nuestra mirada está marcada por las palabras del evangelista Juan: «Mirarán al que traspasaron» (Jn 19). Llamadas a ser plenamente contemplativas y apostólicas, contemplamos a Cristo de cuyo costado abierto brota el manantial de la Vida y buscamos su presencia escondida en cada uno de nuestros hermanos y hermanas.
Esa mirada hace nacer en nosotras un único deseo: permanecer en el amor de Jesús como sarmientos injertados en la vid, recibir de él impulso y vitalidad, formar un solo corazón y una sola alma en torno a su Eucaristía, manifestar en medio de un mundo herido la compasión y la fidelidad de su Corazón.
Desde ese Centro que nos atrae y nos configura, queremos ser mujeres de relación, capaces de compadecer y de reconciliar, siempre de parte de la vida, habitadas por el deseo de gastarla gratuitamente junto a los más pequeños y vulnerables.
Vivimos el desafío de dialogar entre nuestras diferentes culturas; de estar insertas en muchos lugares y convocadas en una Iglesia caminante; de recorrer nuevos caminos sin perder la sabiduría de las que nos precedieron. Somos conscientes de nuestra fragilidad y de nuestros límites pero nos sabemos sostenidas por la presencia cercana de María, por una tradición que amamos y por el apoyo que recibimos unas de otras.
Seguras de que el amor es más fuerte que la división y la vida más que la muerte, tratamos de vivir atentas al latido del Corazón de Dios en el corazón del mundo.