Profesor jubilado del colegio Sagrat Cor Diputació – Barcelona
Jn 16, 12-15
Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis con ellas por ahora. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena; pues no hablará por su cuenta, sino que dirá lo que oye y os anunciará el futuro.
Él me dará gloria porque recibirá de lo mío y os lo explicará. Todo lo que tiene el Padre es mío, por eso os dije que recibirá de lo mío y os lo explicará.

El evangelio de este domingo es un fragmento de lo que dijo Jesús a sus discípulos en la última cena. En ella Jesús les habla repetidas veces del Espíritu Santo, les anuncia la venida del Espíritu y les dice que les aclarará todo aquello que aún no comprenden.
Al igual que los discípulos, nosotros no siempre estamos preparados para entenderlo todo, tenemos dudas y a veces andamos confundidos. La razón no nos sirve en lo relativo a Dios. Solamente podemos tener experiencia de Él, de su amor infinito por todos nosotros, desde nuestro ser más profundo, desde el corazón.
El espíritu Santo se asemeja al viento. En ocasiones sopla como una brisa suave, que nos acompaña y alienta en nuestras vidas y en nuestras comunidades, que está presente y actúa en lo cotidiano, pero apenas se nota. En otras es como un vendaval que abre ventanas y ventila estancias, que irrumpe con fuerza, nos zarandea y nos renueva en la esperanza de una Vida Nueva.
Aquellos discípulos atemorizados, que no entendían nada de lo que sucedía, vivieron la experiencia profunda de Jesús resucitado y recibieron la fuerza del Espíritu que los transformó en hombres y mujeres nuevos.
El Espíritu Santo nos abre a la Verdad y al Amor, nos transforma y nos impulsa a ser testimonios de la Buena Noticia de Jesús de Nazaret y nos da fuerza y esperanza para trabajar en la construcción del Reino de Dios.
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