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Comentario de la liturgia

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domingo 11 de abril

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por Tere Iribarren

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Evangelio: San Juan 20, 19-31

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Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se colocó en medio y les dice: Paz con vosotros.
Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron al ver al Señor.

Jesús repitió: Paz con vosotros. Como el Padre me envió, así yo os envío a vosotros.   Dicho esto, sopló sobre ellos y añadió: Recibid el Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los mantengáis les quedan mantenidos.
Tomás, que significa Mellizo, uno de los Doce, no estaba con ellos cuando vino Jesús.   Los otros discípulos le decían: Hemos visto al Señor.
 Él replicó: Si no veo en sus manos la marca de los clavos y no meto el dedo por el agujero, si no meto la mano por su costado, no creeré.
A los ocho días estaban de nuevo dentro los discípulos y Tomás con ellos. Vino

Jesús a puertas cerradas, se colocó en medio y les dijo:
Paz con vosotros.

  Después dice a Tomás: Mete aquí el dedo y mira mis manos; trae la mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, antes cree.
 Le contestó Tomás: Señor mío y Dios mío.
 Le dice Jesús:   Porque me has visto, has creído; dichosos los que crean sin haber visto.   Otras muchas señales hizo Jesús en presencia de sus discípulos que no están consignadas en este libro. Éstas quedan escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida por medio de él

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Dios entra por los sentidos. Dice Tomás: si no lo veo no lo creo.

Es curioso como Jesús tiene en cuenta la corporalidad: si no meto la mano, si no meto el dedo…

¿Qué vio Tomás?: Las llagas del costado, la cicatrices  de Jesús. Y dando un salto a la fe, y admirado dice Señor mío y Dios mío.

Jesús le dice porque has visto has creído, dichosos los que creen sin haber visto….Esto me parece que lo dice a los sucesores de los apóstoles, a todos nosotros…

Me afecta que la Resurrección tenga   que ver con las heridas y  las cicatrices del mundo dolorido. Nuestra fe nos une al dolor de Jesús,  al sufrimiento de tantos hermanos nuestros. ¿Sabremos acercarnos, tocarlos y comprometernos?

Abramos las puertas, dejemos entrar a Jesús en medio de nuestras vidas y repitamos en ese silencio acogedor: Señor mío y Dios mío

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