[vc_row][vc_column][vc_single_image image=»9936″ img_size=»medium» alignment=»center»][vc_row_inner css=».vc_custom_1658394839473{padding-top: 100px !important;}»][vc_column_inner width=»1/2″][vc_column_text]
Por Mariola López Villanueva, rscj
[/vc_column_text][vc_column_text]
Misa en la Solemnidad del SAGRADO CORAZÓN. CICLO A
[/vc_column_text][vc_column_text]SEGUNDA LECTURA
De la primera carta del apóstol san Juan.
Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios Y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.
En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito, para que vivamos por medio de él.
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.
Queridos hermanos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros.
A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud.
En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo.
Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios.
Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él. (1 Jn 4, 7-16)[/vc_column_text][vc_column_text]TEJER TRAMAS DE CERCANÍA Y CALIDEZ QUE HAGAN VIISBLE EL INCONMENSURABLE AMOR DE DIOS
[/vc_column_text][vc_column_text]
Para la oración…
[/vc_column_text][vc_video link=»https://www.youtube.com/watch?v=qBZTomdOM3A» align=»center»][/vc_column_inner][vc_column_inner width=»1/2″][vc_single_image image=»10160″ alignment=»center»][vc_text_separator title=»Reflexión»][vc_message icon_fontawesome=»fa fa-american-sign-language-interpreting»]
Cuando miramos la realidad, cuando intentamos comprender las reacciones de los otros y las nuestras, siempre hay un factor que nos configura: el amor que hemos recibido; lo queridos que hemos llegado a sentirnos. Y constatamos que cuando hay carencia de amor siempre hay dimensiones heridas en la persona, sólo reparables con abrazos hondos y pacientes, con palabras y gestos que acaricien por dentro.
En esta carta, Juan no habla de oídas porque no se puede nombrar así el amor más que si uno mismo lo ha experimentado hasta el fondo de su pobreza. El verbo amar es desplegado en ella través de multitud de expresiones: un amor que viene a curar y a poner suelo en nuestra hambre más honda, en esa necesidad primordial de sabernos queridos tal como somos antes de que podamos hacer nada para merecerlo.
Volver a asombrarnos al escuchar que no somos nosotros los que comenzamos a amar, que otros nos amaron antes, y que la medida que cuenta es la de ese amor primero que Dios nos tiene; en acogerlo y en ofrecerlo, nos va la vida. Nada nos hace más felices, nada nos deja más desarmados ante los demás.
Como familia del Sagrado Corazón, es nuestra la tarea descubrir este amor que busca a cada persona allí donde está, y precisamente cuando se encuentra más necesitada y perdida. Y también nos toca a nosotros manifestarlo en un mundo de orfandad, hacer que circule, dejar que cruce nuestra mirada y nuestras manos…y tejer tramas de cercanía y calidez que hagan visible el inconmensurable amor de Dios por todos.
Recuerdo la historia de un escritor que tuvo una trayectoria de adicciones y sufrimiento que logró superar gracias a alguien que lo aceptó y lo quiso tal cual era. Estos fueron sus últimos versos antes de morir: “¿Conseguiste lo que querías en esta vida? Lo conseguí. Y ¿qué querías? -Saberme amado, sentirme amado sobre la tierra”.
En nuestro día a día, no le demos poder a nada que venga a apagar la expresión del cariño en nosotros.
[/vc_message][/vc_column_inner][/vc_row_inner][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
- Acojo el texto en segunda persona, como una carta dirigida a mí, que lleva mi nombre. Me recibo de este amor no condicionado y pido saber expresarlo allí donde más falta hace. ¿Cómo despliego amabilidad, atención amorosa, allí donde estoy? ¿Cómo se sienten los otros conmigo, se sienten validados y animados a sacar lo mejor?
- Me visualizo formando parte de un tejido rico en diversidad y colores, de una familia extendida por el ancho mundo, que quiere vivirse desde esta invitación, que quiere que todas sus acciones manen de la Fuente del Amor primero.
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]
Comentarios recientes