Escucha la luz por Lucy Galván rscj

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Por Lucy Galván, rscj

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Salmo responsorial (102, 1-2. 3-4. 6-7. 8 Y 10)

Bendice, alma mía, al Señor,

y todo mi ser a su santo nombre.

Bendice, alma mía, al Señor,

y no olvides sus beneficios. 

 Él perdona todas tus culpas

y cura todas tus enfermedades;

el rescata tu vida de la fosa

y te colma de gracia y de ternura.

 El Señor hace justicia

y defiende a todos los oprimidos;

enseño sus caminos a Moisés

y sus hazañas a los hijos de Israel.

 El Señor es compasivo y misericordioso,

lento a la ira y rico en clemencia.

No nos trata como merecen nuestros pecados

ni nos paga según nuestras culpas

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No sé Señor si me he dado cuenta alguna vez de todo el bien que me has hecho, de todos los bienes que me has dado. Quisiera hoy presentarme ante ti reconociéndome como un ser verdaderamente agraciado. Como alguien que se sabe amado incondicionalmente.

Permíteme que, en tu presencia pueda descubrir el regalo que es mi vida y todos los regalos que trae consigo. El primero de todos sin duda es poder estar aquí, vivo ante ti, y poder repetirte sin que te canses, aunque tú ya lo sabes, los muchos dones y regalos de mi vida. Déjame que los enumere en silencio ante ti.

Y al saberme tan lleno de bienes se moviliza en mí el deseo de compartirlos. ¡Señor! ¡que sepa animar a otros a reconocer sus bienes y a ser agradecidos!.

Lo primero, contigo: Me brotan estas palabras del Salmo: ¡Bendice alma mía al Señor! Y esto desde el fondo de mi alma, porque tu amor ha removido mi apatía y me ha puesto en movimiento.

Tanto me has dado y yo ni me he enterado muchas veces. Y además como no caía en la cuenta, tengo mis tesoros enterrados y no los he compartido ni agradecido. Incluso he deseado los de otros. Por esto, por tantas otras cosas necesito tu perdón. Sí soy muy agraciado pero me he portado como un desgraciado.

Pero ¡cómo eres Tú! No sólo perdonas mis culpas, además sanas esas tendencias estúpidas, enfermedades de mi alma, que me tienen como un apartado a lo largo del camino. Sé que me has perdonado y me sigues perdonando sin cesar. Me sacas a la luz y me colmas con abrazos de infinita ternura.

¿Cómo pagarte tanto bien? Te alabo y te bendigo por el amor infinito que derrochas conmigo. Y más aún, porque derrochas este amor con todos tus hijos. Y esto desde una larga historia. Siempre enseñaste tus caminos a los que de verdad te buscaban, y saliste en busca de los que no te buscaban.

¡Cómo eres, Señor! Lleno de amor y de misericordia. Podías haberte enfadado definitivamente con tu pueblo tan superficial, tan duro de mollera. Pero en lugar de tratarnos como merecemos nos sales al encuentro y nos colmas de gracia y de ternura.

Por eso hoy, en tu presencia, quiero repetirte de todo corazón: ¡Bendito eres, Señor! ¡mil veces bendito! Concédeme vivir desde el fondo de mi ser en el agradecimiento.

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