«Wolfang (extraordinario)» se presenta como una película eminentemente emotiva. La historia de un padre ausente que tiene que hacerse cargo de un hijo al que nunca ha visto no es nueva en el cine. Tal vez en este caso la novedad reside en que este niño tiene un coeficiente intelectual de 152 y trastorno del aspecto autista. Su complejidad personal convierte la adaptación a su nueva realidad en especialmente complicada. Rechazos, aprendizajes, resistencias, vínculos por hacer… en una relación nada fácil que vivirá altibajos y todo tipo de obstáculos. ¿Cómo superar todo este desafío ? Con paciencia, con amor, con dedicación… la misma que en cualquier situación parecida, pero un poco más, estableciendo prioridades personales que ayudarán a superar los escollos propios de la vida, que en el caso de esta película, son impedimentos nada triviales. 

Con una realización sobria, sin filigranas, el director Javier Ruiz Caldera resuelve esta historia con de un modo solvente, con una emoción contenida y pequeños guiños de humor que ayudan a distender una trama que desvela de modo progresivo detalles de la infancia del pequeño Wolfgang. Esta progresión nos ayudará a comprender mejor y a empatizar con el protagonista, a dejar de verlo a través de un diagnóstico, y a empezar a mirarlo como un menor asustado, encajando un duelo, buscando un hábitat amable donde seguir creciendo y encontrar su propio espacio.

Muy buenas interpretaciones del niño Jordi Catalán, debutante como actor principal de una película, y de Miki Esparbé, ese padre repentino que tiene que reordenar su vida para dar cabida a un hijo inesperado.

Una película de poco menos de dos horas, que puede gustar a toda la familia, donde mayores y pequeños se encuentran ante el espejo de la propia búsqueda personal y las relaciones sanadoras, tan imprescindibles para unos lograr unos vínculos duraderos basados en el cariño y la honestidad.

Ir al contenido