Mi primera experiencia internacional como rscj fue participar en el Foro de Paris, organizado por Sociedad del Sagrado Corazón de Europa el verano de 1992. Para entonces ya estaba yo en preparativos para para viajar a Suecia, aunque solo para un mes, porque Helen McLaughlin quiso que conociera la realidad de nuestra misión allí antes de darme un envío definitivo. 

A lo largo de ese mes sentí que en Suecia iba a colaborar en una Iglesia Católica 50 años retrasada respecto a la Iglesia del País Vasco de la que yo procedía entonces. Pero no sentí mayor resistencia. Así se lo escribí a Helen y también que mis ojos y corazón se habían ido en esos días hacia los solicitantes de asilo de Bosnia-Herzegovina y de Kosovo que paseaban por las calles de las ciudades que correspondían a nuestra parroquia, muy extensa territorialmente. (A ellos me dedicaría más tarde visitándolos en los campos de refugiados de esas ciudades, bastante sola al principio, pero muy apoyada por mi comunidad que me ayudó a conectar con una diaconisa luterana, comprometida con ellos, y con Caritas Suecia.) 

El día del Bautismo del Señor de 1993 recibí el envío de Helen para Suecia y me fui en agosto de ese mismo año. 

Fueron también los refugiados mis compañeros de clase en la iniciación al idioma sueco. Entre ellos había croatas “católicos”, serbios “ortodoxos”, bosnios “musulmanes”, y también agnósticos. 

Con el paso del tiempo los solicitantes de asilo con los que fui Hermana y con quienes luché por sus derechos fueron también mujeres y hombres de Irán, de Irak, de Afganistán, de El Salvador, etc. También la posibilidad de trabajar con otros fue siendo mucho mayor, hasta trabajar juntamente con Amnistía y con la Cruz Roja, representando yo a Cáritas Gotemburgo. Lo más fuerte y desafiante fue nuestra presencia en el Centro de Retención de, acompañando a los retenidos e intentando evitar la devolución a su país de las personas con reales motivos de asilo. 

Por deseo de las rscj de Suecia, a pesar de mis cincuenta y pico años fui la que me dediqué a reunir a los adolescentes y jóvenes de la parroquia dispersos en una amplia zona, a organizar actividades con y para ellos e integrarlos poco a poco en el Movimiento de la Juventud Católica de Suecia. 

Fue muy rico para mí también participar en la vida ecuménica de Uddevalla como representante de mi parroquia católica. 

En resumen: distintos ámbitos donde pude abrirme al Corazón grande de Dios, transparentar su Amor y ayudar a que cayeran prejuicios respecto a la Iglesia Católica. 

Aprendiendo del movimiento de la Sociedad hacia los pobres y necesitados me había ofrecido varias veces para África, sin llegar a ser enviada a ese continente por diferentes motivos. A raíz de la canonización de Rosa Filipina Duchesne empecé a pedirle intensamente que me ayudara a encontrar a “mis potowatomies”, y estando en la comunidad de Portugalete, cumplidos mis 50 años, permanecía en mí una cierta inquietud de disponibilidad internacional. 

Por casualidad se me dio a leer una carta de Dolores Pujol rscj que ya estaba en Suecia trabajando con los católicos latinoamericanos. Escribía sobre su mucho trabajo y preguntaba si no habría en la Provincia alguna rscj motivada con los inmigrantes y refugiados y que no tuviese miedo a las lenguas. Sentí enseguida que esa persona era yo. Era Jueves Santo de 1991 y en la Hora Santa de esa noche sentí mi corazón arder. 

Siguió un proceso de discernimiento, el mes en Suecia al que he aludido antes, y el envío.

La amistad fiel de una familia de Bosnia-Herzegovina y de otra de Irán con quienes luché mucho para que pudieran quedarse en Suecia 

El nacimiento de 2 niñas, hijas de solicitantes de asilo, aconsejadas por su entorno a abortar. 

La colaboración con nuestras rscj de Canadá para que fueran acogidas en ese país otras dos familias rechazadas en Suecia, huidas de Bosnia y de Irak respectivamente. 

Filipina fue grano de trigo que se arriesgó y aceptó morir y que dio mucho fruto. Fruto que no fue el que primeramente soñó y sin embargo fue abundante. Fue grano de trigo que sabe esperar el momento de Dios, aunque éste tarde en llegar. Ese momento llegó para ella en pobreza y oración. 

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