Acogida, acompañamiento, confianza
Tres palabras fundamentan la prehistoria de mi relación con la Familia del Sagrado Corazón. Estas palabras son acogida, acompañamiento y confianza. Lo aprendí, mejor dicho, lo viví, apenas comenzando mis estudios superiores, en el Centro Cristiano de los Universitarios (CCU), en aquellos años de la Barcelona preolímpica.
Una acogida que hablaba de apertura, diversidad, aceptación, inclusión, respeto, libertad, confianza y trabajo en equipo.
Un acompañamiento centrado en la persona, atento y respetuoso a cada proceso individual, en el que cada persona era importante, que trataba de generar redes de relaciones, desarrollar competencias y talentos, en definitiva, generar procesos de crecimiento, de compromiso y de responsabilidad.
Varias generaciones de jóvenes universitarios tuvimos la fortuna de vivir esa experiencia, de crecer gracias a ese carisma, a esa forma de encarnar la fe, que Llum Delàs (rscj), alma máter del CCU, compartió durante muchos años, con todos los que formamos parte de ese proyecto nacido años antes en la delegación de pastoral universitaria de aquel obispado de Barcelona.
Años más tarde, tomé conciencia de que, gracias al CCU, sin conocer la figura de Santa Magdalena Sofía, sin saber, por aquellos tiempos, de la existencia de la Familia del Sagrado Corazón, ya había aprendido y sintonizado, con su manera de HACER y de SER.
Hay otra palabra que edifica mi relación con la Familia del Sagrado Corazón. Esa palabra es confianza.
Mi vida personal y laboral ha estado marcada de manera constante y especialmente en momentos clave, por la confianza que muchas personas, tanto religiosas como laicos han depositado en mí a lo largo de los años. Esa confianza sirvió de catalizadora para mi entrada en el colegio de Diputación de Barcelona, que por entonces dirigía Tere Iribarren (rscj), ya avanzados los últimos años del siglo pasado.
Desde entonces, y hasta hoy, esa confianza ha ido renovándose en diferentes momentos y con diferentes personas, no solo en el colegio, también más allá, a medida que la Familia del Sagrado Corazón se ha ido ampliando cada vez más en mi vida. Son tantas, tantas personas a las que agradecer, que la lista de nombres y apellidos sería enorme. Aunque no quepan en estas líneas, afortunadamente si caben en el corazón. Una Familia que cree en la persona, con nombres y apellidos, con su historia particular, su pasado y su presente y que confía en el potencial de crecimiento de las personas. Confianza en que Dios va haciendo proceso en todo ser humano, proceso de transformación, también en los equipos y los colectivos. Confianza en que ese proceso es único, y que son Dios y la persona sus protagonistas y que los demás, podemos ser parte, contribuir a esta tarea, ponernos al servicio, pero no poseerlo en exclusiva.
Basándome en mi experiencia, creo sin duda que uno de los sellos distintivos de la Familia del Sagrado Corazón, además de la acogida y el acompañamiento, es la confianza.
Todo ello me ha ayudado a discernir las llamadas a las que siempre he intentado dar respuesta en mi vida. De todo ello me he nutrido y he aprendido, configurando y definiendo mi vocación a lo largo de los años y contribuyendo a orientar mi rumbo personal y profesional.
Recién estrenada mi mayoría de edad, mi vocación se fue dirigiendo inicialmente hacia el mundo de lo social y luego hacia la cooperación internacional y las organizaciones no gubernamentales. Años intensos de experiencias en diferentes países de Hispanoamérica, interesados en los procesos sociales y comunitarios, acompañados de una fuerte vivencia espiritual y de discernimiento vocacional. Es entonces cuando se forja mi vocación como educador.
Pero el regalo de la acogida, el acompañamiento y la confianza que, durante tantos años, tantas personas me ofrecieron gratuitamente, hizo posible que mi vocación se fuera “afinando”. Fui sintonizando cada vez más con los procesos personales de crecimiento y con el ámbito del Counseling y la orientación de alumnos y familias. Después, dando un paso más, esos procesos se hicieron “interiores” y el Sagrado Corazón me ofreció algo tan propio de nuestra pedagogía como la educación de la interioridad, renovando, enriqueciendo e impulsando mi vocación.
A lo largo de mi trayectoria profesional como educadora de un colegio de la Fundación Educativa Sofía Barat, y especialmente durante estos últimos años, he tenido la gran oportunidad de ampliar un poquito más mi mirada sobre la extensa Familia, que compartimos misión educadora en los colegios del Sagrado Corazón. Y al observar y conocer, no dejo de sorprenderme y de agradecer el legado espiritual y educativo, el tesoro que Santa Magdalena Sofía nos dejó. Me quedo impresionado por la inmensa labor que día a día realiza tantas personas, movidas por el mismo carisma, compartiendo una misma misión, y trabajando por crear un futuro mejor, convencidos de que una educación transformadora es necesaria y es posible, hoy más que nunca. Veo con alegría como nos unen nuestras raíces comunes y también como cada vez más, aumenta nuestra conciencia de que el futuro solo se alcanzará si lo hacemos juntos, compartiendo proyectos, generando procesos compartidos, en los que los equipos humanos aprenden y crecen, desde los más pequeños, hasta los más mayores de esta gran Familia. La acogida, el acompañamiento y la confianza continuarán siendo palabras clave para seguir construyendo el futuro.
(este texto forma parte de la propuesta SARMIENTOS, formación online para la Familia del Sagrado Corazón)
Gràcies Xavi
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Acolliment, caminar al costat i confiar en l’altre…el Regne de Déu.
Jesús li va dir a la dona: «Jo tampoc no et condemno» Aquestes són les paraules que necessitem creure per tenir fe, que vol dir tenir confiança en Ell.